México Bárbaro! - Webgarden
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Aunque las condiciones secundarias varíen algo en diferentes lugares, el sistema general es<br />
en todas partes el mismo: el servicio contra la voluntad del trabajador, ausencia de jornales,<br />
escasa alimentación y azotes. En este cúmulo de cosas se hallan afectados no sólo los<br />
nativos de los diversos Estados esclavistas, sino otros -100 mil cada año, para citar números<br />
redondos-, que engañados con falsas promesas por los enganchadores, o capturados por<br />
éstos, o embarcados por las autoridades políticas en connivencia con tales agentes, dejan<br />
sus hogares en diversos sitios del país para tomar el camino de la muerte hacia la tierra<br />
caliente.<br />
La esclavitud por deudas y por contrato es el sistema de trabajo que prevalece en todo el sur<br />
de <strong>México</strong>. Probablemente 750 mil personas pueden clasificarse con exactitud como<br />
propiedad mueble de los hacendados. En los distritos rurales del resto de <strong>México</strong> existe el<br />
sistema del peonaje, que se distingue de la esclavitud, principalmente en grado, y es similar<br />
en muchos aspectos al régimen de servidumbre en la Europa de la Edad Media. Según ese<br />
sistema, el trabajador está obligado a prestar servicios al hacendado, aceptar lo que quiera<br />
pagarle y aun recibir los golpes que éste quiera darle. La deuda, real o imaginaria, es el<br />
nexo que ata al peón con su amo. Las deudas son transmitidas de padres a hijos a través de<br />
generaciones. Aunque la Constitución no reconoce el derecho del acreedor para apoderarse<br />
y retener al deudor físicamente, las autoridades rurales en todas partes reconocen ese<br />
derecho y el resultado es que probablemente 5 millones de personas, o sea un tercio de la<br />
población, viven actualmente en estado de peonaje sin redención.<br />
A los peones del campo suele acreditárseles jornales nominales, que varían entre 25 y 50<br />
centavos diarios; rara vez son más altos. Por lo regular, no reciben un solo centavo en<br />
efectivo, sino que se les paga en vales de crédito contra la tienda de raya de la hacienda, en<br />
la cual están obligados a comprar a pesar de los precios exorbitantes. Como resultado, su<br />
alimento consiste solamente en maíz y frijoles, viven en cabañas que suelen estar hechas de<br />
materiales no más consistentes que la caña del maíz, y usan sus pobres vestidos no sólo<br />
hasta que se convierten en andrajos a punto de deshacerse, sino hasta que efectivamente se<br />
deshacen.<br />
Probablemente, no menos del 80% de todos los trabajadores de las haciendas y plantaciones<br />
en <strong>México</strong>, o son esclavos o están sujetos a la tierra como peones. El otro 20% lo integran<br />
los considerados trabajadores libres, quienes viven una existencia precaria en su esfuerzo<br />
por esquivar la red de los enganchadores. Me acuerdo particularmente de una familia de esa<br />
clase que conocí en el Estado de Chihuahua. Era un caso típico, y mi recuerdo de ella es<br />
muy fuerte porque la vi en la primera noche que pasé en <strong>México</strong>. Fue en un vagón de<br />
segunda clase del Ferrocarril Central Mexicano, que corría hacia el sur.<br />
Esa familia estaba compuesta por 6 personas de 3 generaciones diferentes, desde el<br />
muchacho inexperto, de pelo negro, hasta el abuelo de barba blanca; los 6 parecían haber<br />
perdido el último átomo de felicidad. Nosotros éramos un grupo animado que estaba cerca