México Bárbaro! - Webgarden
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mi gente; pero me agarraron antes de escribirla. No saben dónde estoy. Acaso creen que he<br />
muerto. Mi hermano habrá tenido que dejar sus estudios. Mi ...<br />
- Mejor cállese -le dije-. Ahí viene un cabo.<br />
- No, todavía no -respondió-. De prisa. Le daré la dirección de ellos. Dígales que yo no leí<br />
el contrato. Dígales que ni lo vi hasta que vine aquí. El nombre de mi hermano es Juan ...<br />
- ¡Cuidado! -le grité; pero ya era demasiado tarde. ¡Zas! El largo bejuco cayó sobre las<br />
espaldas de aquel hombre. Retrocedió; iba a abrir la boca de nuevo, pero un segundo azote<br />
le hizo cambiar de intención y cabizbajo retornó a sus bueyes.<br />
Las lluvias que cayeron en los dos últimos días de nuestra estancia en Valle Nacional<br />
hicieron intransitable el camino a Tuxtepec, de manera que dejamos nuestros caballos y<br />
navegamos río abajo en una balsa, una plataforma hecha de troncos sobre la cual había una<br />
pequeña choza con techo de hojas de plátano. Un indígena en cada extremo, impulsaban<br />
con una pértiga y un remo la extraña embarcación corriente abajo, y por ellos supimos que<br />
también los indios habían conocido su época de esclavitud. Los españoles habían tratado de<br />
someterlos; pero los indios pelearon a muerte; las tribus se unieron y lucharon juntas como<br />
lobos hasta recuperar y mantener su libertad. Ese entendimiento común no puede ser<br />
empleado hoy.<br />
Al pasar por Tuxtepec encontramos al señor P., político, enganchador y pariente de Félix<br />
Díaz, sobrino del presidente Díaz y jefe de la policía en la Ciudad de <strong>México</strong>. El señor P.,<br />
que vestía como príncipe, se hizo agradable y respondió con toda libertad a nuestras<br />
preguntas, con la esperanza de asegurar un contrato para proporcionar esclavos a mi<br />
compañía:<br />
- Sin embargo, hará usted dinero en Valle Nacional -dijo-. Todos lo hacen. Después de cada<br />
cosecha hay un éxodo de propietarios a <strong>México</strong>, donde algunos se quedan gastando su<br />
dinero en una vida desenfrenada.<br />
El señor P. tuvo la amabilidad de decirnos el destino de los $50 que él recibía por cada uno<br />
de sus esclavos. Nos dijo que $5 se entregaban a Rodolfo Pardo, jefe político de Tuxtepec;<br />
$10 a Félix Díaz por cada esclavo que salía de la Ciudad de <strong>México</strong>, y $10 al alcalde de la<br />
ciudad o jefe político del distrito de donde procedieran los demás esclavos.<br />
- El hecho de que soy cuñado de Félix Díaz -explicó el señor P.-, y además amigo personal<br />
de los gobernadores de Oaxaca y Veracruz y de los alcaldes de esas ciudades, me coloca en<br />
situación de atender los deseos de usted mejor que cualquier otro. Yo estoy preparado para<br />
proporcionarle cualquier cantidad de trabajadores, hasta 40 mil por año, hombres, mujeres<br />
y niños, y el precio es de $50 cada uno. Los trabajadores menores de edad duran más que<br />
los adultos; le recomiendo usarlos con preferencia a los otros. Le puedo proporcionar a<br />
usted mil niños cada mes, menores de 14 años y estoy en posibilidad de obtener su