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México Bárbaro! - Webgarden

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Nos detuvimos y el capataz principal, un corpulento negro español, se aproximó a la cerca<br />

y nos saludó. Después repitió mi pregunta al contestarla.<br />

- ¿Que si devuelven los golpes? No, si son listos. Si quieren pelear puedo satisfacerlos. Los<br />

hombres que pelean conmigo, no vienen a trabajar al día siguiente. Sí, necesitan el palo.<br />

Más vale matar a un hombre flojo que alimentarlo. ¿Escapar? Algunas veces los nuevos lo<br />

intentan, pero pronto les quitamos esa idea. Cuando los tenemos domesticados, los<br />

guardamos. No ha habido uno solo de estos perros que al escapar no fuera contando<br />

mentiras de nosotros.<br />

Aunque viviera mil años nunca olvidaría las expresiones de muda desesperación que vi por<br />

todas partes; ni olvidaría tampoco la primera noche que pasé en la hacienda de esclavos de<br />

Valle Nacional, propiedad del presidente municipal. El sitio tenía el apropiado nombre de<br />

La Sepultura, aunque se lo habían puesto los indios mucho antes de que se convirtiera en<br />

sepultura de esclavos mexicanos.<br />

La Sepultura es una de las fincas más pequeñas del Valle. El dormitorio es solamente de 12<br />

por 4.5 mts. y aloja 70 hombres y mujeres cada noche. Adentro no hay bancas; nada más<br />

que la tierra desnuda y un delgado petate para cada durmiente. Allí encontramos sola y<br />

tirada en el suelo a una mujer vieja, enferma y temblorosa. Más tarde, esa misma noche,<br />

vimos el local lleno de miserables que tiritaban de frío, por el viento huracanado y la lluvia<br />

que caía a torrentes. En pocas horas la temperatura debió bajar unos 5° C.<br />

Un 30% de los trabajadores que allí había eran mujeres, una de ellas era una muchacha de<br />

12 años. Esa noche las construcciones se tambaleaban tan amenazadoramente que los<br />

caballos fueron sacados de su cobertizo. Pero aunque uno de los edificios que había se<br />

derrumbó unas semanas antes, no por ello se sacó a los esclavos de su cárcel. Ésta se<br />

levantaba junto al comedor de la casa y aquella noche mi compañero y yo dormimos en el<br />

comedor. Oí cómo la puerta de la prisión se abría y se cerraba al entrar algún trabajador<br />

retrasado, y después oí la voz de la muchacha de 12 años que suplicaba aterrorizada: ¡Por<br />

favor, no cierren la puerta esta noche ..., sólo por esta noche! Déjenla así para que podamos<br />

salvarnos si esto se cae. La respuesta fue una risotada brutal.<br />

Cuando me acosté esa vez a las 9:30 p.m., una cuadrilla de esclavos todavía trabajaba cerca<br />

del granero. Cuando desperté a las 4 a.m., los esclavos recibían sus frijoles y tortillas en la<br />

cocina destinada a ellos. Cuando me metí en la cama dos de las sirvientas de la cocina del<br />

presidente municipal aún trabajaban duramente. No podía dormir y estuve observándolas<br />

por los espacios que había entre un poste y otro de los que dividían ambas piezas. A las 11<br />

p.m., según mi reloj, una de ellas se fue. Faltarían 5 minutos para las 12 cuando la otra<br />

también se marchó; pero menos de 4 horas más tarde, las vi otra vez trabajando, trabajando,<br />

trabajando ...

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