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México Bárbaro! - Webgarden

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Poco después, por la tarde, nos dijo el secretario municipal:<br />

- Notarán ustedes que ésta es una región saludable. ¿No ven lo gordos que estamos todos?<br />

¿Los trabajadores de las plantaciones? Ah, sí, se mueren, mueren de malaria y de<br />

tuberculosis, pero se debe a que están mal alimentados. Todo lo que comen, generalmente,<br />

son tortillas y frijoles ..., frijoles agrios. Además, los azotan mucho. Sí, se mueren; pero<br />

nadie más aquí se ha enfermado.<br />

A pesar de lo que nos había contado Juan Hemández, el policía, el secretario nos aseguró<br />

que la mayoría de los esclavos que morían eran enterrados. El entierro se hace en el pueblo<br />

y cuesta a los amos $1.50, y por caridad el municipio coloca una cruz de bambú en cada<br />

tumba. Cuando caminábamos bajo la luna echamos una mirada al cementerio, y contuvimos<br />

la respiración ante tanto terreno lleno de cruces. Sí, los hacendados entierran a sus muertos.<br />

A juzgar por la cantidad de cruces, se creería que Valle Nacional no es un pueblo de mil<br />

almas, sino una ciudad de 100 mil.<br />

Al dirigirnos hacia la casa del presidente para dormir nos detuvo el rumor de una débil voz<br />

que nos llamaba. Siguió después un lastimero ataque de tos, y vimos algo así como un<br />

esqueleto humano en cuclillas junto al camino. Era un hombre que pedía un centavo. Le<br />

dimos varios y poco después ya sabíamos que era uno de los que iban a morir a la Casa de<br />

Piedad. Era cruel hacerle hablar; pero insistimos, y en horrible susurro logró relatar su<br />

historia entre golpes de tos.<br />

Se llamaba Ángel Echavarría; tenía 20 años y era de Tampico. Le ofrecieron pagarle $2<br />

diarios en una finca, 6 meses antes, y había aceptado; pero sólo para ser vendido como<br />

esclavo a Andrés M. Rodríguez, propietario de la hacienda Santa Fe. A los tres meses de<br />

trabajo empezó a agotarse por el inhumano tratamiento que recibía, y a los cuatro un<br />

capataz llamado Agustín le rompió un sable en sus espaldas. Cuando volvió en sí, después<br />

de los golpes, había escupido parte de un pulmón. Después lo azotaban con más frecuencia,<br />

porque no podía trabajar con la misma intensidad, y varias veces se desmayó en el campo.<br />

Por fin lo dejaron libre; pero cuando pidió los jornales que creía suyos, le dijeron que debía<br />

$1.50 a la finca. Vino al pueblo y se quejó ante el presidente, pero no fue atendido. Ahora,<br />

demasiado débil para emprender la marcha a su hogar, moría tosiendo y pidiendo limosna.<br />

Nunca en mi vida había visto otra criatura tan extenuada como Ángel Echavarría, y parecía<br />

increíble que ese hombre, tan sólo tres días antes, hubiera trabajado todo el día bajo los<br />

rayos del sol ...<br />

Visitamos la hacienda Santa Fe, así como otras seis más, y comprobamos que el sistema de<br />

alojamiento, de alimentación, de trabajo y de vigilancia de los esclavos era el mismo.<br />

El dormitorio principal de Santa Fe consistía en una habitación sin ventanas, con el piso de<br />

tierra, y cuyas paredes eran postes clavados en el suelo a 3 cms. de distancia uno de otro,<br />

sujetos firmemente con alambres de púas. Era tan inexpugnable como una cárcel

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