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México Bárbaro! - Webgarden

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amable, y los cuatro estuvimos de sobremesa durante dos horas, después de la cena, con<br />

gran contento de todos hablando de la región. Durante la comida, un muchacho mulato de<br />

unos 8 años permaneció silencioso de pie tras de la puerta; sólo salía cuando su amo lo<br />

necesitaba y lo llamaba: ¡Negro!<br />

- Lo compré barato -dijo Vidal-. Sólo me costó $25.<br />

Debido a su gran belleza, Valle Nacional fue llamado Valle Real por los primeros<br />

españoles; pero después de la independencia de <strong>México</strong>, el nombre fue cambiado por el de<br />

Valle Nacional. Hace 35 años esas tierras pertenecían a los indios chinantecos, tribu<br />

pacífica, entre quienes las dividió el presidente Juárez. Cuando Díaz subió al poder olvidó<br />

dictar medidas para proteger a los chinantecos contra algunos hábiles españoles, de modo<br />

que en pocos años los indios se habían bebido unas cuantas botellas de mezcal y los<br />

españoles se habían quedado con sus tierras. Los indios de Valle Nacional consiguen ahora<br />

su alimento cultivando pequeñas parcelas rentadas en lo alto de las laderas de las montañas,<br />

impropias para el cultivo del tabaco.<br />

Aunque los agricultores siembran maíz y frijol, a veces plátano u otras frutas tropicales, el<br />

tabaco es el único producto de consideración en el Valle. Las haciendas son en general muy<br />

grandes; tan sólo hay unas 30 en todo el distrito. De éstas, 12 son de Balsa Hermanos,<br />

propietarios de una gran fábrica de puros en Veracruz y de otra en Oaxaca.<br />

Después de la cena salimos a dar un paseo por el pueblo y el presidente nos asignó un<br />

policía, Juan Hemández, para nuestra protección. Desde luego, hablamos con éste:<br />

- Se retiene a todos los esclavos hasta que mueren ... ¡a todos! -dijo Hemández-. Y cuando<br />

mueren, los amos no siempre se toman la molestia de enterrarlos: los arrojan a las ciénagas<br />

donde los caimanes los devoran. En la hacienda Hondura de Nanche, son arrojados tantos a<br />

los caimanes que entre los esclavos circula la expresión de ¡Echenme a los hambrientos!<br />

Entre estos esclavos existe un miedo terrible de ser arrojados a los hambrientos antes de<br />

morir, mientras están todavía conscientes, como ya ha sucedido.<br />

Los esclavos que están exhaustos y no sirven para nada -según nos contó el policía-, pero<br />

que tienen la fuerza suficiente para gritar y defenderse si van a ser echados a los<br />

hambrientos, son abandonados en el camino sin un centavo, y andrajosos muchos de ellos<br />

se arrastran hasta el pueblo para morir. Los indios les dan algunos alimentos, y en las<br />

afueras del pueblo hay una casa vieja donde se permite a esas miserables criaturas pasar sus<br />

últimas horas. El sitio se conoce con el nombre de Casa de Piedad. La visitamos<br />

acompañados del policía y encontramos allí a una anciana echada boca abajo en el suelo.<br />

No se movió cuando entramos ni cuando hablamos entre nosotros y luego a ella; por<br />

algunos momentos no supimos si estaba viva o muerta, hasta que gruñó débilmente. Puede<br />

imaginarse lo que sentimos, pero nada podíamos hacer. Caminamos quedamente hasta la<br />

puerta y salimos de prisa.

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