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México Bárbaro! - Webgarden

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hombre agachado, medio oculto tras de un árbol. Nuestro rural lo llamó y el hombre se<br />

acercó temblando y tratando de ocultar las naranjas verdes que había estado comiendo. La<br />

conversación entre ambos fue algo parecida a lo siguiente:<br />

El rural: - ¿A dónde vas?<br />

El hombre: - A Oaxaca.<br />

El rural: - ¿De dónde eres?<br />

El hombre: - Del puerto de Manzanillo.<br />

El rural: - Te has desviado como 160 km de tu camino. Nadie viene por estos rumbos si no<br />

tiene nada que hacer aquí. Bueno, ¿de qué finca te escapaste?<br />

El hombre: - Yo no me escapé.<br />

El rural: - Bueno, hasta aquí llegaste.<br />

Y nos llevamos al hombre. Más tarde se supo que se había escapado de San Juan del Río.<br />

El rural cobró $10 de gratificación.<br />

En la hacienda San Cristóbal dejamos atrás a la cuadrilla de esclavos; al hacerlo cometimos<br />

antes la temeridad de estrechar las manos de los dos músicos, a quienes no volveríamos a<br />

ver. Ya solos nosotros por el camino, observamos que la actitud de quienes encontrábamos<br />

era muy distinta de la que tenían aquellos que vimos cuando íbamos en compañía de los<br />

rurales agentes del gobierno. Algunos españoles a caballo, con los cuales nos cruzamos no<br />

se dignaron contestar nuestro saludo; nos miraron con sospecha, con ojos medio cerrados, y<br />

uno o dos de ellos llegaron a expresarse de nosotros en forma ofensiva, a una distancia que<br />

nos permitió oírles. Si no hubiera sido por la carta que llevaba conmigo dirigida al<br />

presidente municipal, hubiera sido muy dificil que nos admitieran en las haciendas<br />

tabaqueras de Valle Nacional.<br />

En todas partes veíamos lo mismo: cuadrillas de hombres y muchachos extenuados que<br />

limpiaban la tierra con machetes o araban con yuntas de bueyes los anchos campos. Y por<br />

todas partes veíamos guardias armados con largas y flexibles varas, sables y pistolas. Poco<br />

antes de cruzar por última vez el río para entrar en el pueblo de Valle Nacional, hablamos<br />

con un viejo a quien le faltaba una mano y que trabajaba solo junto a la cerca.<br />

- ¿Cómo perdiste la mano? -le pregunté.<br />

- Un cabo me la cortó con el sable -fue la respuesta.<br />

Manuel Lagunas, presidente de Valle Nacional, resultó ser un individuo muy amable y casi<br />

simpaticé con él hasta que vi a sus esclavos. Su secretario, Miguel Vidal, era aún más

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