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México Bárbaro! - Webgarden

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instruyen proceso a los detenidos. Los mantiene en la prisión hasta que hay otros más para<br />

formar una cuadrilla, y entonces los envía aquí a todos. Bueno, los hombres que pueden<br />

mandarse con seguridad a Valle Nacional ya escasean tanto en Pachuca, que se sabe que el<br />

jefe se ha apoderado de muchachos de escuela y los ha enviado aquí sólo por cobrar los $50<br />

por cada uno.<br />

Todos nuestros diez amigos de Pachuca habían sido arrestados y encerrados en la cárcel;<br />

pero ninguno había estado ante un juez. A dos de ellos se les acusó por deudas que no<br />

podían pagar; a uno lo habían detenido borracho; a otro, también en estado de ebriedad, por<br />

haber disparado al aire; uno más había gritado demasiado en el Día de la Independencia, el<br />

16 de septiembre; otro había intentado abusar de una mujer; el siguiente había tenido una<br />

leve disputa con otro muchacho por la venta de un anillo de cinco centavos; otros dos<br />

habían sido músicos del ejército y habían dejado una compañía para darse de alta en otra<br />

sin permiso; y el último había sido empleado de los rurales y lo vendieron por haber<br />

visitado a dos rurales, sus amigos, que estaban en la cárcel cumpliendo sentencia por<br />

deserción.<br />

Cuando sonreíamos con incredulidad al oír el relato del último prisionero, y preguntamos<br />

abiertamente al jefe de los guardias rurales si aquello era cierto, nos asombró con su<br />

respuesta, afirmando con la encanecida cabeza, dijo en voz baja.<br />

- Es verdad. Mañana me puede tocar a mí. Siempre es el pobre el que sufre.<br />

Hubiéramos creído que los relatos de estos hombres eran cuentos de hadas; pero fueron<br />

confirmados por uno u otro de los guardianes. El caso de los músicos nos interesó más. El<br />

más viejo de ellos tenía una frente de profesor universitario: tocaba la corneta y se llamaba<br />

Amado Godínez. El más joven no tenía más allá de 18 años; tocaba el bajo y se llamaba<br />

Felipe Gómez. Este último fue quien lloró en el momento de la partida.<br />

- Nos mandan a la muerte, a la muerte -dijo entre dientes Godínez-. Nunca saldremos vivos<br />

de ese agujero.<br />

Durante todo el camino, dondequiera que lo encontramos, decía lo mismo, repitiendo una y<br />

otra vez: Nos mandan a la muerte ..., a la muerte; y siempre, al oír estas palabras, el<br />

muchacho de cara bondadosa que iba a su lado, acobardado, dejaba escapar las lágrimas<br />

silenciosamente.<br />

En El Hule, la puerta del infierno mexicano, nos separamos de nuestros desgraciados<br />

amigos por algún tiempo. Al dejar la estación y abordar la lancha en el río vimos a los diez<br />

que iban amarrados en fila, custodiados por un rural a caballo en la vanguardia y otro<br />

detrás, desaparecer en la selva hacia Tuxtepec. Cuando llegamos a la capital del distrito,<br />

cuatro horas más tarde, los encontramos de nuevo a la luz incierta del crepúsculo. Habían<br />

adelantado a la lancha en el viaje aguas arriba, habían cruzado en una canoa y ahora

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