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México Bárbaro! - Webgarden

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ellos esperaban que llegase por allí un buen día con unos cuantos millones en la mano, listo<br />

para pagarles por sus propiedades el doble de su valor.<br />

A medida que nos aproximábamos a Valle Nacional, notábamos en la gente mayor horror<br />

por la región. Ninguno había estado allí, pero todos habían oídos rumores; algunos habían<br />

visto a los supervivientes y la vista de esos cadáveres vivientes había confirmado tales<br />

rumores. Al bajar del tren en Córdoba vimos que cruzaba el andén una procesión de 14<br />

hombres; dos adelante y dos detrás de la fila, con rifles, y los diez restantes con los brazos<br />

amarrados a la espalda y las cabezas bajas. Algunos iban andrajosos, otros vestían bien y<br />

varios llevaban pequeños bultos colgados del hombro.<br />

- ¡Camino del Valle! -murmuré. Mi compañero afirmó con un movimiento de cabeza, y<br />

pocos momentos después desapareció la procesión; había entrado por una puerta estrecha<br />

del lado opuesto de la calle, en una caballeriza situada estratégicamente para que los<br />

desterrados pasaran allí la noche.<br />

Después de la cena me mezclé con la gente que había en los hoteles principales de la<br />

ciudad, y representé tan bien mi papel de inversionista que conseguí cartas de presentación<br />

de un rico español para varios esclavistas del Valle.<br />

- Lo mejor es que vaya usted a ver al jefe político de Tuxtepec, tan pronto como llegue allí -<br />

me aconsejó el español-. Es amigo mío. Muéstrele mi firma y le hará pasar sin dificultades.<br />

Cuando llegué a Tuxtepec seguí el consejo de este señor; tuve tanta suerte que Rodolfo<br />

Pardo, el jefe político, no sólo me autorizó el paso, sino que me dio una carta personal para<br />

cada uno de los subordinados que tenía a lo largo del camino, como eran los presidentes<br />

municipales de Chiltepec, Jacatepec y Valle Nacional, a quienes daba instrucciones para<br />

que abandonasen sus asuntos oficiales, si ello fuera necesario, para atender mis deseos. Así<br />

fue como pasé los primeros días en el Valle de la Muerte en calidad de huésped del<br />

presidente; además, éste me asignó una escolta especial de policías para que no sufriera<br />

ningún contratiempo durante las noches que estuve en el pueblo.<br />

En Córdoba, un negro contratista de obras que había vivido en <strong>México</strong> durante 15 años, me<br />

dijo:<br />

- Los días de la esclavitud no han pasado todavía. No, todavía no han pasado. Ya llevo aquí<br />

largo tiempo y tengo una pequeña propiedad. Yo sé que estoy bastante a salvo, pero a veces<br />

tengo temores ...; sí señor, le aseguro que paso miedo.<br />

A la mañana siguiente, temprano, mientras me vestía, miré por el balcón y vi a un hombre<br />

que caminaba por mitad de la calle, con una reata amarrada al cuello y a un jinete que iba<br />

detrás de él sujetando el otro extremo de la cuerda.<br />

- ¿Adónde llevan a ese hombre? -le pregunté al sirviente-. ¿Lo van a ahorcar?

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