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México Bárbaro! - Webgarden

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- ¿Y por qué no han elegido ustedes?<br />

Esta pregunta la contestaron varias de las mujeres a coro. Con palabras y gestos expresaron<br />

su aversión a los chinos, y con trémula sinceridad nos aseguraron que todavía no habían<br />

olvidado a sus maridos.<br />

- Yo les supliqué que me dejasen ir -dijo la anciana-. Les dije que era demasiado vieja, que<br />

era inútil, que mis años como mujer ya habían pasado, pero me contestaron que yo también<br />

tenía que elegir. No me quieren dejar libre; dicen que tengo que escoger, lo mismo que las<br />

demás.<br />

- Ya nos han alineado dos veces -reiteró la mujer de tipo hogareño-, y nos han dicho que<br />

teníamos que elegir; pero no queremos hacerlo. Una de las mujeres escogió a uno, pero<br />

cuando vio a las demás mantenerse firmes, lo rechazó. Nos han amenazado con la cuerda,<br />

pero hemos seguido resistiendo. Dicen que nos van a dar una última oportunidad y si<br />

entonces no escogemos, ellos lo harán por nosotras. Si no consentimos, nos llevarán al<br />

campo y nos harán trabajar, y nos azotarán como a los hombres.<br />

- Y ganaremos un real por día para vivir -dijo la anciana-; doce centavos diarios, y los<br />

alimentos en la tienda son dos veces más caros que en Sonora.<br />

- El próximo domingo, por la mañana, nos harán escoger -repitió la mujer hogareña-. Y si<br />

no escogemos ...<br />

- El domingo pasado azotaron a esa hermana -dijo la más vieja-. Juró que nunca elegiría y<br />

la azotaron igual que azotan a los hombres. Ven, Refugio, enseña tu espalda.<br />

Pero la mujer que estaba cerca del fuego, se encogió y ocultó su cara con mortificación.<br />

- No, no -protestó; y después de un momento, dijo--; cuando los hombres yaquis son<br />

azotados, mueren de vergüenza; pero las mujeres podemos resistir el ser golpeadas; no<br />

morimos.<br />

- Es verdad -asintió la anciana-, los hombres mueren de vergüenza a veces ..., y a veces<br />

mueren por su propia voluntad.<br />

Cuando cambiamos la conversación para hablar de Sonora y del largo viaje, las voces de las<br />

mujeres empezaron a vacilar. Eran de Pilares de Teras, donde están situadas las minas del<br />

coronel García. Los soldados habían llegado durante el día, cuando la gente estaba en los<br />

campos en la pizca del maíz. Ellas fueron arrancadas de su trabajo y obligadas a ir a pie<br />

hasta Hermosillo; una caminata de tres semanas.<br />

El amor de los yaquis por quien los ha criado es grande y varias de las mujeres más jóvenes<br />

contaban los detalles de la separación de sus madres. Hablaron otra vez de sus maridos;<br />

pero contuvieron sus lágrimas hasta que pregunté:

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