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México Bárbaro! - Webgarden

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El yaqui levantó la cabeza, dejando ver un par de ojos vidriosos y una cara contorsionada<br />

por el dolor. Un momento después ya se había levantado e iba con pasos vacilantes a<br />

reunirse con sus compañeros. En ese momento se rompió el silencio y la ansiedad de 700;<br />

se agitaron las filas y se elevó un rumor de palabras entre toda aquella muchedumbre. La<br />

limpia especial de aquella mañana había terminado y cinco minutos más tarde, el trabajo<br />

diario de la finca había dado comienzo.<br />

Naturalmente, yo hice algunas preguntas acerca de Rosanta Bajeca para averiguar qué<br />

delito había cometido para merecer quince azotes con la cuerda mojada. Confirmé que<br />

hacía un mes que estaba en Yucatán y sólo tres días que lo habían llevado al campo con una<br />

cuadrilla de macheteros para cortar pencas de henequén. La cuota regular exigida a cada<br />

esclavo era de dos mil pencas diarias, ya Bajeca le concedieron tres días para que adquiriera<br />

la destreza necesaria para cortar esa cantidad de hojas; pero él no había cumplido. Esa era<br />

la causa de los azotes. No había cometido ninguna otra falta.<br />

- Me extraña -le hice notar a un capataz- que este yaqui no se soltase de la espalda del<br />

chino. Me extraña, que no pelease. Parece un hombre valiente; tiene aspecto de luchador.<br />

El capataz se sonrió.<br />

- Hace un mes, peleaba -fue su respuesta-, pero un yaqui aprende muchas cosas al mes de<br />

estar en Yucatán. A pesar de todo, hubo un momento en que creíamos que este perro no<br />

aprendería nunca. De vez en cuando nos llega alguno de esa laya; nunca aprenden; no valen<br />

el dinero que se paga por ellos.<br />

- Cuénteme algo acerca de éste -le urgí.<br />

- Luchó, eso es todo. El día que llegó, se le puso a trabajar cargando atados de hojas en el<br />

montacargas que las sube a la desfibradora. El mayordomo, sí, el mayordomo primero pasó<br />

por allá y pinchó al hombre en el estómago con el bastón. Medio minuto después, doce de<br />

nosotros estábamos luchando para arrancar, a ese lobo yaqui de la garganta del<br />

mayordomo. Lo dejamos sin comer durante un día y después lo sacamos para hacerle una<br />

limpia; pero peleó con uñas y dientes hasta que un capataz lo derribó a golpes con el<br />

contrafilo del machete. Después de eso, probó la cuerda diariamente durante algún tiempo;<br />

pero todos los días por lo menos durante una semana, se resistía como loco hasta que<br />

besaba la tierra bajo el golpe de una cachiporra. Pero nuestro mayocol nunca falló. Ese<br />

mayocol es un genio. Conquistó al lobo. Estuvo manejando la cuerda hasta que ese terco se<br />

sometió, hasta que se arrastró sollozante, en cuatro patas, a lamer la mano del hombre que<br />

le había pegado.<br />

Durante mis viajes en Yucatán, muchas veces me había llamado la atención el carácter tan<br />

humano de la gente a quien el gobierno mexicano llama yaquis. Los yaquis son indios, no<br />

son blancos; pero cuando se conversa con ellos en un lenguaje mutuamente comprensible,

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