México Bárbaro! - Webgarden
México Bárbaro! - Webgarden
México Bárbaro! - Webgarden
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
- Los soldados tuvieron que arrancarme de mi marido -dijo otra-, y cuando yo lloraba se<br />
reían. A la noche siguiente, vino un soldado y quiso abusar de mí; pero me quité los zapatos<br />
y le pegué con ellos. Sí, los soldados molestaban a las mujeres con frecuencia.<br />
especialmente la semana que estuvimos pasando hambre en la ciudad de <strong>México</strong>; pero<br />
siempre las mujeres los rechazaron.<br />
- Yo tengo una hermana en Yucatán -dijo una joven de menos de veinte años-. Hace dos<br />
años se la llevaron. Tan pronto como lleguemos, trataré de encontrarla. Nos<br />
acompañaremos mutuamente, ahora que me han quitado a mi marido. Dígame. ¿hace tanto<br />
calor en Yucatán como dicen? No me gusta el calor; pero si me dejan vivir con mi hermana.<br />
no me importa.<br />
- ¿A quién pertenecen todas estas criaturas, estos muchachos, todos del mismo tamaño? -<br />
pregunté.<br />
- ¡Quién sabe! -respondió una anciana-. Sus padres han desaparecido, lo mismo que<br />
nuestros niños. Nos quitan a nuestros hijos y nos entregan hijos de extraños; y cuando<br />
empezamos a querer a los nuevos, también se los llevan. ¿Ve usted a esa mujer acurrucada<br />
allí con la cara entre las manos? Le quitaron a sus cuatro pequeños en Guadalajara y no le<br />
han dejado nada. ¿A mí? Sí, me quitaron a mi marido. En más de treinta años no nos<br />
habíamos apartado una sola noche; pero eso nada importa; ya no está. Pero acaso tengo<br />
suerte; todavía tengo a mi hija. ¿Cree usted que nos juntaremos con nuestros maridos de<br />
nuevo en Yucatán?<br />
Cuando pasamos frente al faro de Veracruz, una ola impulsada por el viento norte se<br />
estrelló contra el costado del barco y el agua empezó a entrar a chorros por las ventanillas<br />
más bajas, inundando el alojamiento de los infelices desterrados; éstos salieron al puente,<br />
pero allí se encontraron con un aguacero que los hizo regresar a la bodega. Entre ésta y la<br />
popa, inundadas ambas, los exilados pasaron la noche; y cuando en la mañana temprano<br />
navegábamos por el río Coatzacoalcos, me dirigí de nuevo a popa y los encontré tirados en<br />
el puente, todos ellos mojados y temblando, y algunos retorciéndose víctimas de fuerte<br />
mareo.<br />
Navegamos cuarenta y cuatro kilómetros aguas arriba del Coatzacoalcos, anclamos en la<br />
orilla y pasamos un día embarcando ganado de la región para el mercado de carne de Nueva<br />
Orleans. Se pueden meter por el portillo del costado de un buque doscientos animales<br />
grandes en el término de dos horas; pero estos toros eran salvajes como lobos, y había que<br />
medio matar a cada uno antes que consintieran en recorrer la estrecha pasarela. Una vez a<br />
bordo, colocados a ambos lados del barco, luchaban, pateaban y mugían como sirenas de<br />
vapor; varios rompieron las reatas que les habían amarrado a la cabeza y destruyeron la<br />
débil valla colocada para impedir que invadieran otras secciones del puente. En un espacio<br />
libre de la popa, rodeados en tres lados por los inquietos y mugidores animales, estaba el