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México Bárbaro! - Webgarden

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- ¿Algunos de ustedes opusieron resistencia cuando los soldados llegaron a aprehenderlos?<br />

-pregunté.<br />

- No -dijo el viejo de Ures-. Nos entregamos pacíficamente; no tratamos de escapar. -Y<br />

continuó con una sonrisa-. Los oficiales tenían más trabajo cuidando de sus hombres, de sus<br />

soldados, para impedir que huyeran y desertaran, que con nosotros.<br />

- Al principio éramos en Ures ciento cincuenta y tres -siguió el viejo-, todos trabajadores<br />

del campo. Trabajábamos para pequeños rancheros, gente pobre, que no tenía a su servicio<br />

más de media docena de familias. Un día, un agente del gobierno visitó la región y ordenó a<br />

los patrones que dieran cuenta de todos sus trabajadores. Los patrones obedecieron, pues no<br />

sabían de qué se trataba hasta pocos días después, cuando llegaron los soldados. Entonces<br />

se enteraron y se dieron cuenta de que la ruina era tanto para ellos como para nosotros.<br />

Suplicaron a los oficiales diciendo: Este es mi peón, es un buen hombre; ha estado conmigo<br />

durante veinte años; lo necesito para la cosecha.<br />

- Es verdad -interrumpió la mujer con la niña consumida por la fiebre-. Hemos estado con<br />

Carlos Romo durante veintidós años. La noche que nos capturaron éramos siete; ahora<br />

somos dos.<br />

- Y nosotros hemos trabajado para Eugenio Morales dieciséis años -habló otra mujer.<br />

- Sí -prosiguió el que llevaba la voz cantante-, nuestros patrones siguieron suplicando; pero<br />

fue inútil. Algunos nos siguieron todo el camino hasta Hermosillo. Eran Manuel Gándara,<br />

José Juan López, Franco Téllez, Eugenio Morales, los hermanos Romo, José y Carlos. Allí<br />

los puede usted encontrar y le dirán que lo que decimos es cierto. Siguieron tras de<br />

nosotros; pero fue inútil. Tuvieron que volver para buscar en vano trabajadores en nuestras<br />

casas vacías. Habíamos sido robados ... ya ellos los habían despojado.<br />

- Murieron en el camino como ganado hambriento -continuó el viejo de Ures-. Cuando uno<br />

caía enfermo, nunca sanaba. Una mujer que estaba muy enferma cuando salimos, pidió que<br />

la dejasen, pero no quisieron. Fue la primera en caer; sucedió en el tren, entre Hermosillo y<br />

Guaymas.<br />

- Pero la parte más dura del camino fue entre San Blas y San Marcos. ¡Aquellas mujeres<br />

con niños! ¡Era terrible! Caían en tierra una tras otra. Dos de ellas ya no pudieron<br />

levantarse y las enterramos nosotros mismos, allí, junto al camino.<br />

- Había burros en San Blas -interrumpió una mujer-, y mulas y caballos. Oh, ¿cómo no nos<br />

dejaron montarlos? Pero nuestros hombres se portaron muy bien. Cuando se cansaban las<br />

piernecitas de los niños, nuestros hombres los cargaban en hombros. Y cuando las tres<br />

mujeres con embarazo muy adelantado no pudieron caminar más, nuestros hombres<br />

hicieron parihuelas de ramas, turnándose para cargarlas. Sí, nuestros hombres se portaron<br />

bien; pero ya no están aquí. Ya no los veremos más.

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