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México Bárbaro! - Webgarden

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mecánico de alta calidad en las muchas labores de artesanía y de oficios que practican los<br />

indígenas, como el tejido de sarapes, la fabricación de alfarería y loza y la manufactura de<br />

curiosidades y de encajes.<br />

Se acusa al pueblo mexicano de ser ignorante, como si esto fuera un crimen; se nos dice, en<br />

términos laudatorios, que Díaz ha establecido un sistema de escuelas públicas. Charles F.<br />

Lummis, en su libro sobre <strong>México</strong>, hace notar que es dudoso que haya en el país un solo<br />

pueblo de un centenar de habitantes que no cuente con escuela pública gratuita. Es verdad,<br />

el pueblo mexicano es ignorante y hay pocas escuelas. Se puede apreciar si el Sr. Lummis<br />

es digno de crédito con las propias estadísticas del gobierno: en el año en que él publicó su<br />

libro, indicaban que sólo el 16% de la población mexicana sabía leer y escribir. Es verdad<br />

que existen algunas escuelas públicas en las ciudades, pero casi ninguna hay en los distritos<br />

rurales. Aun en el supuesto de que existieran, ¿puede un niño hambriento aprender a leer y<br />

escribir? ¿Qué aliciente ofrece el estudio a un joven nacido para encargarse de pagar con<br />

trabajo la deuda de su padre y soportarla hasta el fin de sus días?<br />

¡Se dice que el mexicano es feliz! Tan feliz como un peón, es la expresión que se ha hecho<br />

corriente. ¿Puede ser feliz un hombre famélico? ¿Existe algún pueblo en la tierra, o siquiera<br />

alguna bestia en el campo, de tan rara naturaleza que prefiera el frío al calor y un estómago<br />

vacío mejor que lleno? ¿Dónde está el sabio que ha descubierto al pueblo que prefiera un<br />

horizonte cada vez más estrecho mejor que uno cada vez más amplio? Verdaderamente<br />

depravados serían los mexicanos si fueran felices. No creo que sean felices. Si algunos han<br />

afirmado lo contrario han mentido a sabiendas; otros han confundido la evasiva mirada de<br />

la arraigada desesperanza con la señal del contentamiento.<br />

La más persistente de las diatribas contra los mexicanos es la de afirmar que el carácter<br />

hispanoamericano, en cierta forma, es incapaz de ejercer la democracia, y por lo mismo<br />

necesita la mano fuerte de un dictador. Puesto que los hispanoamericanos de <strong>México</strong> nunca<br />

han tenido una buena experiencia democrática, quienes aquello afirman son precisamente<br />

los más activos en impedir que los mexicanos adquieran esa experiencia. Surge<br />

naturalmente la sospecha de que tales personas tienen un motivo inconfesable para hacer<br />

circular dolosamente esa apreciación. El motivo ha quedado establecido con claridad en los<br />

capítulos anteriores que tratan de los socios norteamericanos de Díaz.<br />

La verdad de toda la maledicencia contra los mexicanos, como pueblo, aparece muy clara:<br />

es la defensa de una situación indefendible y de la que los defensores se aprovechan; es una<br />

excusa ..., la excusa de la más horrible crueldad; una venda para la conciencia; una apología<br />

ante el mundo; una defensa contra el castigo eterno.<br />

La verdad es que el mexicano es un ser humano sujeto a las mismas leyes evolutivas del<br />

crecimiento que existen en el desarrollo de cualquier otro pueblo. La verdad es que si el<br />

mexicano no se halla a la altura de la norma que se fija para el más desarrollado tipo de

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