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México Bárbaro! - Webgarden

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protestaron contra la deportación en masa de los yaquis, puesto que los necesitaban como<br />

trabajadores en las haciendas y en las minas; el general Díaz, para complacerlos, modificó<br />

su decreto de deportación dejándolo sustancialmente en esta forma: No se deportarán más<br />

yaquis excepto en caso de que éstos cometan delitos. Por cada delito que en adelante<br />

cometa un yaqui, serán capturados y deportados a Yucatán 500 yaquis.<br />

Este decreto está atestiguado nada menos que por una personalidad como la de Francisco I.<br />

Madero, el distinguido ciudadano coahuilense que se atrevió a oponerse a Díaz en la<br />

campaña presidencial de 1910. El decreto se aplicó o, por lo menos, la corriente de yaquis<br />

deportados continuó. El presidente mexicano es cruel y vengativo y su nación ha sufrido<br />

amargamente por esa causa.<br />

¿Es Díaz un valiente? En algunos grupos se ha aceptado como cierto que es un hombre<br />

valeroso, puesto que triunfó como soldado; pero muchos mexicanos distinguidos, después<br />

de observar su carrera, afirman que no sólo no es valiente, sino que es un cobarde,<br />

pusilánime y rastrero. Además, citan muchos hechos para apoyar su afirmación. Al conocer<br />

las noticias del levantamiento de las vacas, en los últimos días de junio de 1908, don<br />

Porfirio enfermó de modo repentino y tuvo que guardar cama cinco días. En los altos<br />

círculos gubernamentales se rumoreaba -la información, según se dice, provenía de uno de<br />

los médicos-, que el presidente padecía de una enfermedad común que ataca a los<br />

sobrecogidos por un terror pánico agudo.<br />

Se atribuye al miedo el hecho de que, cuando Díaz se apoderó de la presidencia, excluyó<br />

cuidadosamente de cualquier puesto en el gobierno a los más populares y capaces<br />

mexicanos de la época. El mantener un gran ejército, distribuido en todos los rumbos de la<br />

nación, y un enorme cuerpo de policía secreta, dotado de facultades extraordinarias para<br />

matar por simples sospechas; la forma terrible en que se deshace de sus enemigos; sus<br />

matanzas sangrientas, y aun su mordaza en la prensa, todo ello se atribuye a pura cobardía.<br />

En su libro Diaz, zar de <strong>México</strong>, Carlo de Fornaro expone su creencia en la cobardía de<br />

Díaz y razona de modo convincente. Dice:<br />

Como toda la gente que se enoja con rapidez (Díaz), no carece en realidad de temor, pues<br />

como dice la canción de la selva: El enojo es el huevo del miedo. Temeroso y por eso<br />

siempre vigilante, se salvó de la destrucción por estar siempre alerta, como la liebre que por<br />

sus largas orejas se libra de que la capturen. Consideró equivocadamente la crueldad como<br />

fuerza de carácter y, en consecuencia, siempre estaba dispuesto a aterrorizar por temor de<br />

que lo juzgaran débil. Como resultado de la ultrajante ley del níquel y el pago de la famosa<br />

deuda inglesa en el periodo de Manuel González, surgió un motín. Acuchíllalos a todos,<br />

sugirió Porfirio Díaz a González; pero no tenía miedo.<br />

El año pasado, el 16 de septiembre, los estudiantes mexicanos proyectaron desfilar por las<br />

calles de la Ciudad de <strong>México</strong> y enviaron a su representante, un señor Olea, para solicitar el

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