México Bárbaro! - Webgarden
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personal, la temperancia y la virtud conyugal no detenninan en lo más mínimo la reputación<br />
de un hombre como estadista.<br />
Así, pues, los argumentos sobre los que se basa la buena fama del general Díaz, no tienen<br />
fundamento en la realidad. Además, ninguno de sus aduladores ha descubierto hasta ahora<br />
otros derechos más legítimos a la grandeza que los que se acaban de exponer.<br />
Díaz tiene algunas facultades personales, como genio para la organización, agudo juicio de<br />
la naturaleza humana y laboriosidad; pero estas características no determinan que sus actos<br />
públicos sean benéficos. Igual que las virtudes que la devota metodista atribuía al diablo -<br />
laboriosidad y persistencia-, éstas sólo hacen más eficaz lo que el diablo ejecuta: si prefiere<br />
hacer el bien, se convierten en virtudes; si prefiere hacer el mal, pueden muy bien agregarse<br />
a sus vicios.<br />
Los panegiristas de Porfirio Díaz tienen la costumbre de hablar con generalidades, pues de<br />
otro modo se verían en aprietos. Por otra parte, se podría escribir un voluminoso libro sobre<br />
los actos perversos y los rasgos despreciables del dictador. La ingratitud es uno de los<br />
cargos menos dignos de mención que se lanzan contra él. Benito Juárez hizo la carrera de<br />
Porfirio Díaz; éste recibió de sus manos todos los ascensos; no obstante, se rebeló contra su<br />
país y contra su amigo, de revuelta en revuelta, e hizo que los últimos días del gran patriota<br />
fueran turbulentos e infelices.<br />
Sin embargo, para presentar el otro aspecto, Díaz ha demostrado gratitud para algunos de<br />
sus amigos; pero al hacerlo ha exhibido, al mismo tiempo, absoluto desprecio por el<br />
bienestar público. Un indio llamado Cahuantzi, analfabeto pero rico, era amigo de Díaz<br />
cuando éste estaba alzado en rebelión contra Juárez y Lerdo. Cahuantzi abasteció al rebelde<br />
con caballos y dinero, y cuando Díaz se adueñó del poder supremo, no lo olvidó: lo hizo<br />
gobernador de Tlaxcala y le envió un maestro para que le enseñara a firmar con su nombre<br />
los documentos oficiales. Lo mantuvo como gobernador de ese Estado, dándole rienda<br />
suelta para que robara y saqueara a su gusto, y Cahuantzi ha permanecido allí durante 34<br />
años. Todavía hoy es gobernador de Tlaxcala.<br />
Un caso similar fue el de Manuel González, un compadre de Díaz que lo ayudó en sus<br />
rebeliones y a quien éste colocó como su sucesor en la presidencia, desde 1880 hasta 1884.<br />
Después que González hubo servido a los propósitos de Díaz en el gobierno federal, don<br />
Porfirio le regaló el gobierno del Estado de Guanajuato, donde reinó hasta su muerte.<br />
González gustaba de jactarse de que el gobierno había matado a todos los bandidos de<br />
Guanajuato menos a él, que era el único bandido tolerado en ese Estado.<br />
Los panegiristas de Díaz hablan de su capacidad intelectual, pero no se atreven a decir nada<br />
de su cultura. La cuestión de si el dictador es un hombre cultivado o no lo es parecería<br />
importante, puesto que determinaría, hasta cierto punto, la impartición de cultura entre el<br />
pueblo, al que domina tan absolutamente. Díaz es inteligente; pero su inteligencia puede