México Bárbaro! - Webgarden
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manos del pueblo norteamericano imponer la libertad de tales víctimas y la terminación de<br />
tales castigos. Lázaro Puente, por ejemplo, periodista pacífico, durante 13 años residente en<br />
los Estados Unidos, fue injusta e ilegalmente deportado como inmigrante indeseable por los<br />
funcionarios de migración. Lázaro Puente sigue prisionero en San Juan de Ulúa, la fortaleza<br />
militar del puerto de Veracruz donde lleva encarcelado más de cuatro años. Fue entregado<br />
contra toda ley a la policía de Díaz y procede que el pueblo norteamericano pida que sea<br />
devuelto libre a los Estados Unidos para reparar esa injusticia.<br />
Capítulo XVI<br />
La personalidad de Porfirio Díaz<br />
LM<br />
Pero el propio Díaz ..., ¿no es una muy buena persona? Esta pregunta aparece, casi de modo<br />
invariable, en labios del norteamericano ordinario, en cuanto éste se entera por primera vez<br />
de la esclavitud, el peonaje y la opresión política de <strong>México</strong>. Aunque esta pregunta es otra<br />
prueba de que los agentes de prensa de Díaz han hecho bien su labor, vale la pena que la<br />
examinemos por separado.<br />
La estimación común de los norteamericanos sobre la personalidad de Porfirio Díaz, por lo<br />
menos en los últimos dos años, en realidad ha establecido que ese presidente es una muy<br />
buena persona. Después que James Creelman publicó en Pearson´s Magazine su famoso<br />
artículo laudatorio, Teodoro Roosevelt le declaró en una carta que entre los estadistas<br />
contemporáneos no había ninguno más grande que Podirio Díaz. En el mismo año, durante<br />
un viaje a <strong>México</strong>, William Jennings Bryan habló en los términos más elogiosos de la gran<br />
obra de Díaz. David Starr Jordan, de la Universidad de Stanford, en recientes discursos se<br />
ha hecho eco de la afirmación de Creelman de que Díaz es el hombre más grande del<br />
hemisferio occidental; centenares de los más distinguidos ciudadanos norteamericanos se<br />
han expresado en términos similares. En cuanto a los norteamericanos prominentes que<br />
viajan por <strong>México</strong>, se ha hecho costumbre -especie de protocolo de viaje- un banquete en el<br />
Castillo de Chapultepec -los de menor categoría, en el café de Chapultepec- y levantar la<br />
voz de sobremesa, para expresar los más extravagantes elogios de Porfirio Díaz y atribuirle<br />
las virtudes de un superhombre, y aun de semidios.<br />
Si los hechos no fueran abrumadoramente contrarios, si los actos fácilmente comprobables<br />
de Porfirio Díaz no fueran una historia diferente, yo no me atrevería a discutir las<br />
apreciaciones de esas personas, sobre todo cuando esas opiniones coinciden y se aceptan en<br />
general como exactas. Pero los hechos hablan por sí mismos, sin que importe cuán oscuro<br />
sea el hombre que los saca a la luz; tampoco importa cuán distinguidos sean los hombres