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México Bárbaro! - Webgarden

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último se estableció en Douglas, Arizona, donde se dedicó tranquilamente a trabajar en su<br />

oficio de impresor.<br />

El 30 de junio de 1907, Antonio Maza, cónsul mexicano en Douglas, se encontró con<br />

Sarabia en la calle y lo reconoció. Esa tarde, el policía de los Estados Unidos, Sam<br />

Hayhurst, detuvo a Sarabia a boca de pistola, sin orden de detención, y lo llevó a la cárcel<br />

municipal. A las 11 p.m. se abrió la puerta de la celda de Sarabia, quien fue sacado a la<br />

calle y obligado a subir en un automóvil; así lo transportaron al otro lado de la línea<br />

internacional, donde lo entregaron al coronel Kosterlitzsky, oficial de rurales mexicanos.<br />

Los rurales amarraron a Sarabia al lomo de una mula, le dijeron que iban a fusilarlo en el<br />

camino, y atado de ese modo lo llevaron en un rápido viaje a través de las montañas;<br />

después de cinco días de marcha lo confinaron en la penitenciaría de Hermosillo, Son.<br />

¿Cómo se salvó Sarabia? Tan sólo por lo siguiente: cuando era metido a la fuerza en el<br />

automóvil, a gritos dijo su nombre y denunció que lo secuestraban. Los rufianes que lo<br />

conducían lo sofocaron para que callara y luego lo amordazaron; pero alguien escuchó sus<br />

gritos y esparció la noticia del hecho.<br />

Aún así, el cónsul Maza tuvo la audacia de tratar de ahogar en silencio el asunto y llevar su<br />

trama a feliz resultado. Por determinados medios pudo hacer callar a la cadena de<br />

periódicos de Arizona, propiedad de George H. Kelly, según éste confesó más tarde ante<br />

los tribunales. Pero en Douglas, en esa época, había un periodista a quien Maza no pudo<br />

cohechar, Franklin B. Dorr, quien dirigía el Douglas Daily Examiner.<br />

En su periódico, Dorr levantó una protesta que encendió la sangre del pueblo de Douglas;<br />

se organizaron mítines callejeros para levantar más la indignación del pueblo; una multitud<br />

enardecida buscaba a Maza con una cuerda para colgarlo; llamamientos telegráficos al<br />

gobierno del Estado y al de la nación, y por fin, Sarabia fue vergonzosamente devuelto.<br />

¿Qué hubiera sucedido a Sarabia si no se hubiera oído su voz en esa noche de junio de<br />

1907? Exactamente lo mismo que ha sucedido a muchos otros cuyas atemorizadas voces no<br />

llegaron a oírse. Habría desaparecido sin que nadie supiera decir con certeza hacia dónde<br />

había ido a parar.<br />

Y ahora pregunto: ¿qué les sucedió a los secuestradores? Absolutamente nada. El cónsul<br />

Maza, el policía Hayhurst, Lee Thompson, carcelero municipal, el alguacil Shorpshire,<br />

Henry Elvey, el chofer, y algunos policías privados cuyos nombres nunca se dieron al<br />

público, parece que claramente han sido culpables del delito de secuestro, el cual se castiga<br />

con prisión en la penitenciaría. Los últimos fueron detenidos y los cuatro primeros fueron<br />

citados en debida forma para comparecer ante el tribunal superior de Douglas. Elvey<br />

confesó con toda claridad el caso y la prueba parecía concluyente; pero tan pronto como la<br />

excitación se calmó, uno por uno se archivaron en silencio los procesos. No puede culparse<br />

a Sarabla de esto; pues se hizo el intento de cohecharlo para que saliera de la ciudad; pero

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