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México Bárbaro! - Webgarden

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de <strong>México</strong>. Y admiten que hacen todo eso. Tengo en mi poder veintenas de confesiones de<br />

hacendados norteamericanos en las que afirman emplear mano de obra esencialmente<br />

esclavizada. En toda la región tropical del país, en las plantaciones de hule, de caña de<br />

azúcar, de frutas tropicales, por todas partes se encuentran norteamericanos que compran,<br />

azotan, encierran y matan esclavos.<br />

Permítaseme citar una entrevista que tuve con un bien conocido y popular norteamericano<br />

de la metrópoli de Díaz; un hombre que durante cinco años administró una gran hacienda<br />

cerca de Santa Lucrecia.<br />

- Cuando necesitábamos un lote de enganchados -me dijo-, sólo teníamos que telegrafiar a<br />

uno de los muchos enganchadores de la Ciudad de <strong>México</strong> y decirle: Necesitamos tantos<br />

hombres y tantas mujeres para tal fecha. Algunas veces pedíamos 300 ó 400; pero los<br />

enganchadores nunca dejaban de entregamos con puntualidad la cantidad pedida. Los<br />

pagábamos a $50 por cabeza, rechazando a los que no nos parecían bien, y eso era todo.<br />

Siempre los conservábamos mientras duraban.<br />

- Es más saludable aquello que la misma Ciudad de <strong>México</strong> -agregó-; si se tienen medios<br />

para cuidarse, puede uno conservarse allí tan bien como en cualquier punto de la tierra.<br />

Menos de cinco minutos después de haber hecho esta declaración, expresó lo siguiente:<br />

- Sí, me acuerdo de un lote de 300 enganchados que recibimos una primavera. En menos de<br />

tres meses enterramos a más de la mitad de ellos.<br />

Se ha sabido que la mano de los tratantes norteamericanos de esclavos ha llegado hasta su<br />

propia patria, los Estados Unidos, para atrapar a sus víctimas. Durante mis viajes por<br />

<strong>México</strong>, con el objeto de conocer mejor al pueblo, pasé la mayor parte de los días viajando<br />

en coches de 2a. y 3a. clase. Una noche, en un vagón de 3a. clase, entre Tierra Blanca y<br />

Veracruz, descubrí a un negro norteamericano sentado en un rincón. Me extrañaría que lo<br />

hubieran agarrado aquí -me dije-. Voy a averiguarlo.<br />

Tom West, un negro nacido libre en Kentucky, de 25 años, vaciló en admitir que hubiera<br />

sido un esclavo, pero lo confesó poco a poco:<br />

- Yo estaba trabajando en una fábrica de tabiques en Kentucky por dos dólares diarios -<br />

habló Tom-, cuando otro negro vino y me dijo que él sabía dónde podría yo ganar 3.75<br />

diarios. Le dije: Me iré contigo. Me dio un prospecto y al día siguiente me llevó a la oficina<br />

de la compañía y me dijeron lo mismo: $3,75 ó $7.50. Así vine con otros ocho negros por<br />

la vía de Tampa, Florida y Veracruz, hasta aquí, a una hacienda de café y hule en La Junta,<br />

cerca de Santa Lucrecia, en Oaxaca.<br />

Después de una pausa el negro continuó:

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