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México Bárbaro! - Webgarden

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obra que el lector lee no hay un solo error que sea la mitad de ridículo que cualquiera de los<br />

12 que aparecen en el corto artículo del señor Lewis.<br />

El señor Lewis, con modestia, hace notar en su comienzo: Personalmente, yo sé tanto de<br />

<strong>México</strong> y de los mexicanos como cualquiera. Pero el grueso de su historia era que mis<br />

escritos estaban inspirados por la Standard Oil, la cual quería vengarse de Díaz por haber<br />

sido expulsada de <strong>México</strong>, Es un poco difícil de entender cómo pudo haber vivido el señor<br />

Lewis en los Estados Unidos durante los últimos meses y haber leído los periódicos sin<br />

enterarse de la guerra por el petróleo que se desarrollara en <strong>México</strong>, una guerra en que, en<br />

el mismo momento en que escribía el Sr. Lewis, la Standard Oil parecía estar a punto de<br />

forzar a su único competidor a venderle su empresa en condiciones desventajosas; tampoco<br />

se sabe cómo pudo haber ignorado el Sr. Lewis que la Standard Oil posee terrenos<br />

petrolíferos que valen millones de dólares, y que es la empresa que tiene en sus manos la<br />

mayor parte del mercado de distribución y venta del petróleo al menudeo en la tierra de<br />

Díaz; ni se sabe, además, cómo pudo ignorar el hecho de que H. Clay Pierce, director de la<br />

Standard Oil Mexicana, es consejero de los Ferrocarriles Nacionales de <strong>México</strong> -así<br />

llamada la fusión de las diversas líneas del gobierno-, y es íntimo aliado del presidente<br />

Díaz. Personalmente, ¡el señor Lewis sabe tanto de <strong>México</strong> y de los mexicanos como<br />

cualquiera! ¿Cualquiera ... que?<br />

He aquí uno más de los garrafales disparates del señor Lewis:<br />

Búsquese donde se quiera, en cada rincón de <strong>México</strong>, del Pacífico al Golfo y de Yucatán a<br />

la frontera de Arizona, no se encontrará ningún monopolio azucarero que engañe al<br />

gobierno con balanzas alteradas; ningún monopolio carbonero que robe el combustible de<br />

la chimenea del pobre; ningún monopolio de la lana o del algodón que le robe las ropas que<br />

lleva puestas, ni monopolio de la carne que le regatee este alimento en su mesa, ni<br />

monopolio de las pieles que le obligue a andar descalzo ... Los monopolios no existen en<br />

<strong>México</strong>.<br />

Esto prueba que el señor Lewis no conoce el principio básico de las finanzas y la vida<br />

comercial de <strong>México</strong>. No sólo el mismo grupo financiero que monopoliza las grandes<br />

industrias de los Estados Unidos monopoliza esas mismas industrias de <strong>México</strong> (en seguida<br />

mencionadas algunas de ellas), sino que cada Estado y cada localidad tiene monopolios<br />

menores que controlan, según su especialidad, los artículos de primera necesidad de manera<br />

mucho más completa que en los Estados Unidos. Parece que el señor Lewis no sabe que el<br />

gobierno de <strong>México</strong> ha entrado francamente en el negocio monopolístico; que por venta o<br />

cesión de privilegios especiales llamados concesiones crea y mantiene monopolios de<br />

mayor o menor grado. ¡Y eso que, personalmente, el señor Lewis sabe de <strong>México</strong> y de los<br />

mexicanos tanto como cualquiera!<br />

Ahora, uno o dos de los párrafos del señor Stevens, tomados casi al azar:

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