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México Bárbaro! - Webgarden

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artículos; los alegres comentarios sobre el aumento de circulación; las cartas de los<br />

suscriptores que pedían a los directores que no temieran, sino que continuaran esa buena<br />

obra; después de todo ello, el lector observará cómo la revista se desvió de su programa<br />

desde el día 19 de enero de 1910, y entonces le parecerá bien justificada la conclusión de<br />

que hubo alguna clase de influencia hábilmente aplicada (1).<br />

Pero anotemos algunas de las cabriolas periodísticas que hacen otros importantes<br />

publicistas, por ejemplo, William Randolph Hearst, propietario de The Cosmopolitan<br />

Magazine y de muchos diarios en diversas partes de los Estados Unidos. No hay necesidad<br />

de ahondar aquí en las democráticas y humanitarias ocupaciones del señor Hearst; todo el<br />

mundo sabe que para los Estados Unidos y, sin duda, para la mayoría de los países, el señor<br />

Hearst aboga por la democracia, la libertad de palabra, la libertad de prensa, el sufragio<br />

universal, la reglamentación de empresas abusivas, la protección al trabajo ... Pero los<br />

lectores de las publicaciones del señor Hearst acaban de saber que, en cuanto a <strong>México</strong>,<br />

está en favor del despotismo, de una prensa sometida a la policía, de que no haya sufragio,<br />

de que las empresas se manejen a su gusto ..., de la esclavitud. Nunca he leído una apología<br />

más calurosa de estas instituciones que la publicada por The Cosmopolitan Magazine en<br />

sus ediciones de marzo, abril y mayo de 1910.<br />

El hecho de que el Sr. Hearst fue el responsable personal de la publicación de tales<br />

artículos, se comprueba en una entrevista que concedió a The Mexican Herald, en <strong>México</strong>,<br />

en marzo último. Dijo ese periódico con fecha 23 de marzo:<br />

Respecto a los reportajes en que se ataca a <strong>México</strong>, los cuales se han hecho circular<br />

recientemente, el Sr. Hearst declaró que ha procurado defender el buen nombre de este país<br />

hasta el máximo de sus posibilidades. Ha encomendado a dos de sus reporteros, Othman<br />

Stevens y Alfred Henry Lewis, que trabajen sobre asuntos concernientes a <strong>México</strong>, y<br />

mucho del material reunido por esos periodistas ya había aparecido en algunos de sus<br />

periódicos.<br />

El señor Hearst acudió en defensa de Díaz con tal precipitación que no tuvo tiempo para<br />

conseguir reporteros familiarizados con los hechos fundamentales del asunto, ni les dio<br />

tiempo para comparar notas y evitar contradicciones, ni a sus editores para comprobar las<br />

más corrientes afirmaciones. El artículo del señor Lewis fue preparado tan a última hora,<br />

literariamente hablando, que al llegar a la redacción, la revista ya estaba paginada, y fue<br />

preciso insertarlo con paginación especial. Uno de los aspectos risibles de la campaña<br />

consistió en que, al presentar a los caballeros de la defensa, el director del Cosmopolitan<br />

moralizaba in extenso sobre el caso de permitir a escritores legos e impreparados -se refería<br />

a mí- que tratan de asuntos importantes, y mencionaba una lista de escritores probados y<br />

garantizados como merecedores de confianza, entre los cuales estaba el Sr. Alfred Henry<br />

Lewis. ¡Pero, cómo se puso a escribir el Sr. Lewis! Me atrevo a asegurar que en toda esta

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