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México Bárbaro! - Webgarden

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parte de su capital a <strong>México</strong> o mediante la importación de trabajadores mexicanos a los<br />

Estados Unidos.<br />

Capítulo XII<br />

Críticas y comprobaciones<br />

Los primeros cinco capítulos de este trabajo -los cuales, un poco más reducidos, se<br />

publicaron en serie en The American Magazine en el otoño de 1909-, despertaron una ola<br />

de comentarios lo mismo en los Estados Unidos que en <strong>México</strong>. Llegó una lluvia de cartas<br />

dirigidas tanto a la revista citada como a mí, en muchas de las cuales se dijo que los<br />

firmantes habían presenciado situaciones similares a las que yo había descrito. Por otra<br />

parte, en muchas se declaró con franqueza que yo era un mentiroso y un calumniador,<br />

afirmando en diversas formas que en <strong>México</strong> no existía nada semejante a la esclavitud o al<br />

peonaje y que, si acaso existía, de todos modos era la única forma práctica de civilizar a<br />

<strong>México</strong>; que los trabajadores de ese país eran los más felices y afortunados en toda la tierra<br />

y que el presidente Díaz era el gobernante más benigno de la época; que una búsqueda<br />

paciente pondría al descubierto ejemplos de barbarie aun en los Estados Unidos y que<br />

mejor sería limpiar primero nuestra casa; que había 900 millones de dólares de capital<br />

norteamericano invertidos en <strong>México</strong> ... y así, sucesivamente.<br />

En verdad, lo más notable de esta discusión fue la forma precipitada en que ciertas revistas,<br />

periódicos, editores y personas particulares de los Estados Unidos corrieron a la defensa del<br />

presidente Díaz. Es evidente que estos individuos actuaron sobre la base de que la<br />

acusación de que hay esclavitud en los dominios del presidente Díaz era una deshonra para<br />

el régimen de éste, como lo es en efecto. De aquí que procedieran a denunciarme en los<br />

términos más violentos, por una parte, y a soltar una corriente de adulación literaria sobre el<br />

presidente Díaz, por la otra. Creo que se necesitaría un larguísimo tren de carga para<br />

transportar toda la literatura de adulación que los amigos de Díaz han hecho circular en los<br />

Estados Unidos en los 6 meses siguientes y a la primera aparición de mis artículos en los<br />

periódicos.<br />

La lectura de ellos y de esa literatura conduciría a cualquiera, de modo inevitable a la<br />

conclusión de que alguien desfiguraba la verdad en forma deliberada. ¿Quién lo hacía?<br />

¿Quién ..., y por qué? Como tanto el quién como el por qué son parte de esta historia, se me<br />

perdonará que me detenga durante algunas páginas para contestar primero a la pregunta:<br />

¿Quién?<br />

Sería para mí un placer presentar algunos centenares de cartas que, en conjunto, corroboren<br />

repetidas veces los detalles esenciales de mi relato sobre la esclavitud mexicana; pero si así<br />

lo hiciera quedaría poco espacio para otras cosas. Sólo puedo decir que en la mayoría de los<br />

casos los firmantes aseguran haber pasado varios años en <strong>México</strong>; que las cartas no fueron<br />

solicitadas; que quienes las escribieron no fueron pagados por nadie y que, en muchos

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