151-25 - Biblioteca Católica Digital
151-25 - Biblioteca Católica Digital
151-25 - Biblioteca Católica Digital
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
describe al Creador en el acto de la creación como un<br />
guerrero, sino como un alfarero (2,7), es decir, como<br />
un trabajador. En las religiones del Antiguo Oriente<br />
se contemplaba la creación como una lucha entre los<br />
dioses y al dios vencedor se le describía como un emperador<br />
triunfante, que humilla y despedaza a sus adversarios.<br />
Para la Biblia, en cambio, Dios es a modo<br />
de un artífice o de un trabajador satisfecho con su actividad.<br />
La imagen es, pues, pacífica y con ella se exaltan<br />
las obras humanas.<br />
Y justamente, el hombre, modelado según su<br />
Creador, ha sido puesto en la tierra «para cultivarla y<br />
custodiarla». Nuestra primera función es, sin duda, reconocer<br />
el vínculo con aquel que nos ha plasmado,<br />
pero inmediatamente a continuación nos adviene la<br />
tarea de reconocer nuestros lazos también con la tierra<br />
de la que hemos sido extraídos. La Biblia describe esta<br />
tarea de una doble manera. La primera es la del trabajo,<br />
la del cultivo y custodia de la tierra. Se trata de una<br />
experiencia fascinante y exaltante, que ha sido cantada<br />
en muchas páginas de la Biblia, sobre todo en las sapienciales.<br />
El hombre, en efecto, «sale a su trabajo, a<br />
su cultivo, hasta la tarde» (Sal 104,23). Hay, sobre<br />
todo, un pasaje en Job, el himno a la sabiduría del<br />
cap. 28, que nos ofrece un retrato entusiasta del homo<br />
faber. Escuchémoslo.<br />
«Existen, es cierto, minas de plata y lugares donde<br />
el oro se purifica. El hierro se saca de la tierra; de la<br />
piedra fundida sale el cobre. El hombre vence las tinieblas<br />
excavando hasta el último fondo la roca oscura<br />
y tenebrosa. Abre zanjas un pueblo extranjero: donde<br />
no pueden hacer pie, oscilan, suspendidos, lejos de los<br />
hombres. La tierra de donde sale el pan es removida<br />
por debajo con fuego. Lugar donde las piedras son de<br />
72<br />
zafiro y contienen polvillo de oro; camino que no conoce<br />
el ave rapaz ni descubre el ojo del buitre; no lo<br />
pisan las bestias feroces, ni por él discurre el leopardo.<br />
El hombre trabaja el pedernal, arranca las montañas<br />
de raíz; abre canales en las rocas, sus ojos descubren<br />
todos los tesoros; explora las fuentes de los ríos, saca<br />
a luz lo que estaba oculto» (28,1-11).<br />
El trabajo no es, para la Biblia, una condena sino<br />
una dignidad. Sólo el pecado lo ha convertido en alienante<br />
y opresor. Aparece aquí una vez más la encarnación<br />
de la fe bíblica, que no despega al hombre hacia<br />
horizontes evanescentes y míticos, sino que lo ancla en<br />
la realidad, en la vida cotidiana, en la concreción de<br />
la existencia. Aparece también la originalidad del<br />
mensaje bíblico respecto de todas las restantes religiones<br />
del Oriente Antiguo: el hombre no ha sido creado<br />
—como afirmaban éstas— para sustituir el trabajo de<br />
los dioses o para ser su esclavo en las labores más humillantes,<br />
sino para construir, inventar, transformar la<br />
realidad, para vivir la experiencia de la acción. Jamás,<br />
en la tradición judía, se advertirá el menor rastro de<br />
menosprecio al trabajo manual. Al contrario, las escuelas<br />
rabínicas lo combinarán con el estudio. Es significativa<br />
la observación de Lucas sobre la estancia de Pablo en<br />
Corinto: «Se unió a ellos (a Priscila y Aquilas) y como<br />
eran de la misma profesión, vivía con ellos y juntos trabajaban,<br />
pues eran de oficio fabricantes de tiendas de<br />
campaña» (Act 18,3). Son muchas las veces que el Apóstol<br />
afirmará que se había fatigado «trabajando con nuestras<br />
propias manos» (lCor 4,12) para no ser gravoso a<br />
nadie: «No comimos gratis el pan en casa de nadie, sino<br />
que con nuestros esfuerzos y sudores trabajamos día y<br />
noche, para no servir de carga a ninguno de vosotros»<br />
(2Tes 3,8; cf. lTes 2,9; 2Cor 12,13ss).<br />
73