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151-25 - Biblioteca Católica Digital

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«Aunque nuestra boca estuviera llena de himnos<br />

como el mar está lleno de agua, nuestra lengua de cantos<br />

como numerosas son sus ondas, nuestros labios de<br />

alabanzas como extendido está el firmamento, y nuestros<br />

ojos fueran tan luminosos como el Sol y la Luna,<br />

nuestros brazos extendidos como las alas de las águilas<br />

en el cielo y nuestros pies fueran tan veloces como los<br />

de los ciervos, no podríamos darte gracias, oh Señor y<br />

Dios nuestro, ni bendecir tu Nombre, oh rey nuestro,<br />

por ni siquiera uno tan solo de los miles de millares<br />

de miríadas de beneficios, prodigios, maravillas que<br />

has llevado a cabo por nosotros y por nuestros padres<br />

a lo largo de la historia.» Iniciamos con esta apasionada<br />

acción de gracias, que pone el sello a la liturgia pascual<br />

judía, nuestra lectura espiritual del Génesis. Ante<br />

nuestros ojos se despliegan las maravillas cósmicas,<br />

que desfilan distribuidas en la trama de un septenario<br />

luminoso. Es el primer canto de las criaturas, que más<br />

tarde resonará en las alabanzas, en las plegarias, en las<br />

canciones, en la música de siglos, de regiones, de pueblos<br />

diversos. También en nuestros días, por ejemplo,<br />

un famoso compositor contemporáneo, Karlheinz<br />

Stockhausen, está creando una gran ópera en siete partes,<br />

titulada precisamente Licht, «Luz», modelada según<br />

el esquema de los siete días de la creación.<br />

Sobre el telón de fondo de este hálito suplicante<br />

que se eleva desde todo el universo, abrimos la primera<br />

página de la Biblia, una página que, en realidad,<br />

es mucho más reciente que la contenida en los caps.<br />

2-3. El cap. 1 es, en efecto, obra de la tradición Sacerdotal<br />

que nació en el exilio de Israel en Babilonia (siglo<br />

VI a.C). La creación ha sido proyectada como una<br />

grandiosa arquitectura cósmica modelada según la semana<br />

litúrgica. En realidad, el autor sagrado contem-<br />

34<br />

pía en el microcosmos de la liturgia semanal celebrada<br />

por todos los creyentes el signo y el sentido del universo.<br />

El símbolo aquí usado es el del número septenario,<br />

que habla al hombre del Oriente de perfección y armonía.<br />

En su interior aparecen ocho obras diferentes,<br />

distribuidas en dos retablos paralelos: los tres primeros<br />

días recogen cuatro obras de «separación» y los otros<br />

tres, cuatro de «ornamentación». Separar y luego adornar<br />

lo separado es un modo semítico para evocar la victoria<br />

sobre la nada y la irrupción del acto creador de<br />

Dios.<br />

Esta página no es, por tanto, la descripción puntual<br />

y científica de la formación del universo, sino un<br />

texto de reflexión sapiencial sobre el sentido del ser y<br />

de la existencia. Es una página que quiere explicar el<br />

secreto último de las cosas y aclarar por qué nos encontramos<br />

en el interior del mundo. Como observaba Galileo,<br />

escribiendo al abad benedictino pisano B. Castelli,<br />

«lo único que ha pretendido la autoridad del<br />

Espíritu Santo ha sido persuadir a los hombres de<br />

aquellas verdades que, siendo necesarias para su salvación<br />

y superando todo humano raciocinio, no podían<br />

ser conocidas por ninguna otra ciencia ni otro medio<br />

sino por boca del mismo Santo Espíritu». Estas antiguas<br />

y admirables líneas no nos resuelven los numerosos<br />

misterios ni deshacen los nudos con que se ve aprisionada<br />

la ciencia, pero sí nos iluminan sobre el misterio<br />

del ser y de la existencia, sobre la grandeza de<br />

Dios y del hombre. Es necesario, pues, tener el corazón<br />

abierto para la contemplación más que para el<br />

análisis, para la fe más que para la criba crítica, para<br />

la revelación más que para la documentación astrofísica.<br />

La insistencia misma en el simbolismo septenario<br />

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