151-25 - Biblioteca Católica Digital
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XXV<br />
«LOS HIZO SALIR DE UR DE LOS CALDEOS»<br />
(Génesis 11,27-31)<br />
"Estas son las generaciones de Téraj: Téraj engendró<br />
a Abram, a Najor y a Harán: Harán engendró a<br />
Lot. 2S Después murió Harán en presencia de Téraj, su<br />
padre, en su tierra nativa, en Ur de los caldeos.<br />
29 Abram y Najor tomaron para sí mujeres; el nombre<br />
de la mujer de Abram era Saray; y el de la mujer de<br />
Najor, Milká, hija de Harán, padre de Milká y de Yiská.<br />
i0 Pero Saray era estéril, y no tenía hijos.<br />
il Tomó Téraj a Abram, su hijo; a su nieto Lot, el<br />
hijo de Harán, y a Saray, su nuera, la mujer de su hijo<br />
Abram, y los hizo salir de Ur de los Caldeos, para ir<br />
a la tierra de Canaán. Y llegados ajarán, se establecieron<br />
allí.<br />
La genealogía de Abraham cierra la primera gran<br />
sección del Génesis dedicada a la humanidad en general,<br />
y abre la de la elección de Israel en el concierto de<br />
los pueblos de la tierra. Ya en el cap. 10 la tradición<br />
Sacerdotal había diseñado un mapa multicolor de las<br />
razas humanas descendientes de Noé, el hombre<br />
«nuevo» que había inaugurado la aurora de una nueva<br />
historia. Tenemos, por tanto, un hilo ideal que recorre<br />
todas las generaciones humanas y delinea el proyecto<br />
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de salvación puesto en marcha por Dios en el interior<br />
del tiempo y del espacio. A veces la Biblia contempla<br />
con una tonalidad pesimista el fluir de las generaciones:<br />
es la representación de la fragilidad de la criatura,<br />
que es «como la hierba que sale a la mañana, florece<br />
y verdea a la mañana, a la tarde está ya marchita y<br />
seca... Nuestra vida es setenta años, ochenta años la<br />
vida de los fuertes; la gloria de los mismos, afanes y<br />
miseria, pues corriendo se van y nosotros nos volamos»<br />
(Sal 90,5-6.10).<br />
Se trata sin duda de una idea que merece la pena<br />
exponer una y otra vez ante nuestros ojos, a menudo<br />
ofuscados por las cosas y por su belleza, por los cuerpos<br />
y por su perfección, por el tiempo casi mudado en<br />
eternidad. Qohélet, con su capacidad de desmitificación,<br />
nos repite que «pasa una generación, llega otra<br />
y la tierra es siempre la misma» (Ecl 1,4). Y le responde<br />
el eco del Sirácida con una intensa imagen vegetal<br />
que recuerda ciertas fulgurantes comparaciones homéricas<br />
en las que se representa a los hombres como hojas<br />
que se marchitan al pie del árbol: «Como hojas florecientes<br />
en árbol frondoso, que unas deja caer y otras<br />
hace florecer, así es la generación de carne y sangre:<br />
una muere y otra nace» (Eclo 14,18). Pero no es éste<br />
el tema sobre el que nos propone reflexionar el Génesis.<br />
Mientras que para nosotros las genealogías son páginas<br />
melancólicas o áridas, parecidas a un catálogo de<br />
difuntos, monótonamente rimado por varios nombres,<br />
resultaban en cambio muy apreciadas y transparentes<br />
para los antiguos lectores de la Biblia. Aquellos<br />
nombres hacían desfilar historias sagradas, diseñaban<br />
una corriente de vida y de salvación en la que se sentían<br />
insertados. Eran la propuesta rigurosa (las genea-<br />
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