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151-25 - Biblioteca Católica Digital

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la colaboración. La pluralidad racial y lingüística, la<br />

fragmentación en nacionalidades y culturas diversas es<br />

ciertamente un elemento positivo (como pudo verse<br />

en el cap. 10), cuando es expresión de libertad y de<br />

autonomía. Pero se convierte también en manifestación<br />

de confusión y de dispersión cuando fluye del pecado<br />

de hegemonía y de opresión. Dios quiere la unidad<br />

de toda la humanidad por él creada, pero la<br />

quiere en la libertad y no en la uniformidad de una<br />

esclavitud política y social.<br />

Y por esto la Biblia —sin entrar en el análisis del<br />

valor histórico y cultural de Babilonia— considerará<br />

siempre a esta ciudad como emblema del orgullo blasfemo<br />

y de la opresión e invocará el castigo divino sobre<br />

su imperio. En la espléndida elegía satírica sobre el rey<br />

de Babilonia, que ya hemos citado en otro lugar, Isaías<br />

describe con encendidos colores el pecado de todas las<br />

superpotencias, que se hacen la ilusión de dominar y<br />

someter a nuestro planeta ocupando el lugar de Dios;<br />

pero el castigo divino las dispersa desde el altar de sus<br />

ziggurats al polvo del olvido y de la derrota: «¡Cómo<br />

has caído del cielo, lucero brillante, estrella matutina,<br />

derribado por tierra el vencedor de naciones! Tú que<br />

decías en tu corazón: Subiré a los cielos, por encima<br />

de los astros de Dios elevaré mi trono; me sentaré en<br />

el monte de la asamblea, en el límite extremo del norte.<br />

Subiré sobre las alturas de las nubes, me igualaré<br />

al Altísimo. ¡Pero al seol has sido derribado, al límite<br />

extremo del pozo!» (Is 14,12-15).<br />

El Salmo 137 llegará incluso a formular una<br />

maldición-imprecación de inaudita violencia que, más<br />

allá del lenguaje exasperado, quiere expresar la esperanza<br />

en la humillación definitiva de los opresores, los<br />

torturadores y los violentos de todas las épocas históri-<br />

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cas. «Hija de Babel devastadora, bendito el que te pague<br />

como a nosotros tú has pagado. Bendito el que cogiere<br />

y estrellare contra la roca tus infantes» (v. 8-9)-<br />

Por desgracia, la Jerusalén del espíritu, la ciudad de la<br />

paz, símbolo de todas las comunidades trabajadoras y<br />

solidarias, pacíficas y abiertas a los demás, ha sido<br />

aplastada por el talón de los ejércitos de Babilonia, la<br />

ciudad de la potencia, de la opresión, de la explotación.<br />

A. Chouraqui, conocido traductor de la Biblia<br />

en francés y exponente de un judaismo abierto y dialogante,<br />

ha escrito: «Babel es la monstruosa triunfadora<br />

de la historia, la Babel de las legiones devastadoras, la<br />

Babel de los saqueos, de las violaciones, de los asesinatos,<br />

la Babel de todas las muertes. Babel triunfa en todas<br />

nuestras contaminaciones, nos salpica a todos,<br />

exulta en los silos donde amontonamos las armas atómicas<br />

que devastarán mañana la admirable liturgia de<br />

la creación. Jerusalén está presente en los triunfos de<br />

Babel, encadenada, ciega, vencida, pero viva y presente.»<br />

Frente a una religiosidad intimista y espiritualista,<br />

la página bíblica sobre Babel nos exhorta a un compromiso<br />

auténtico en favor de la libertad y la justicia.<br />

Frente a una religión que exalta y entra en colusión<br />

con el poder, este relato nos invita a ponernos del lado<br />

de las víctimas. Frente a la tentación del triunfalismo<br />

espiritual, la Biblia nos recuerda que el reino de Dios<br />

se apoya en un pequeño rebaño y semejante a la simiente<br />

de mostaza, «la más pequeña de todas las semillas».<br />

La lógica del evangelio no es la de la conquista,<br />

sino la del «perder hasta la propia vida» por la<br />

verdad y la justicia, como lo testifican también los<br />

mártires contemporáneos (recordemos al obispo Romero<br />

y a los seis jesuítas asesinados en El Salvador el<br />

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