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151-25 - Biblioteca Católica Digital

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monte al-Chudi» (11-44). Pero, más allá de las varias<br />

tentativas de identificación precisa y por encima de<br />

tantas fantasiosas expediciones en busca de los restos<br />

del arca como hoy se organizan, Ararat es sobre todo<br />

el emblema de la paz reencontrada entre Dios y el<br />

hombre, paz representada en aquella paloma que retornó<br />

al arca varada en el monte llevando en el pico<br />

el célebre ramo de olivo. Por nuestra parte, dejando<br />

abierto en la mente del lector el fascinante y siempre<br />

dilecto tema de la paz, sobre el que podríamos tejer<br />

infinitas reflexiones teológicas, éticas, sociales, humanas,<br />

preferimos fijar ahora nuestra atención en un elemento<br />

aparentemente marginal, pero que en realidad<br />

constituía para el autor bíblico casi el centro de la narración<br />

o, al menos, la señal del cambio decisivo.<br />

Se trata del versículo con que se abre nuestro pasaje,<br />

de aquella frase plena de resonancias para el hombre<br />

de la Biblia: Wayyizkor 'elohim 'et-noaj, «se acordó<br />

Dios de Noé.» El célebre zkr, «recordar»,<br />

«acordarse», es uno de los simbolismos fundamentales<br />

de la espiritualidad bíblica. Es, ante todo, el «acordarse»<br />

divino, raíz de vida y de salvación para Noé. Este<br />

es el acto fundamental de la alianza: «Dios recuerda<br />

siempre su alianza» (Sal 105,8), a pesar de que el<br />

hombre, por su infidelidad, la olvida. Frente a la «corta<br />

memoria» del hombre débil y pecador, el «recuerdo»<br />

de Dios es estable, preparado para registrar también<br />

las infamias del hombre, pero sobre todo sus<br />

actos de amor y de fe, sus gestos sacrificiales (Sal<br />

30,22). Cuando Dios «se acuerda» de Raquel, mujer<br />

estéril de Jacob, he aquí que pronto su seno se torna<br />

fecundo: «Acordóse Dios de Raquel y la hizo fecunda»<br />

(Gen 30,22). Cuando Dios «se acuerda» de su pueblo<br />

esclavizado bajo la opresión de los faraones, he aquí<br />

168<br />

que de pronto se abre el horizonte de la liberación:<br />

«Oyó Dios su gemido, y se acordó de su alianza con<br />

Abraham, Isaac y Jacob. Miró Dios hacia los hijos de<br />

Israel, y Dios los reconoció» (Ex 2,24-<strong>25</strong>).<br />

Las súplicas de los Salmos fundamentan precisamente<br />

su esperanza en este «recuerdo» divino. El grito<br />

imperativo dirigido a Dios en las plegarias «Acuérdate<br />

de tu fidelidad, de tu promesa» (Sal <strong>25</strong>,6; 74,2;<br />

106,4.45; 111,5; 119,49; cf. Jue 16,28; lSam 1,11:<br />

2Re 20,3; Neh 13,14.22; Tob 3,3; Job 14,13; Le<br />

23,42) es la expresión confiada del lazo que une al suplicante<br />

con su Dios y que hace depender de la acción<br />

divina la vida y la salvación. Jamás debemos considerarnos<br />

solos y abandonados sobre la tierra. Incluso<br />

cuando se extinguen los lazos de la sangre, se apagan<br />

los vínculos de la amistad y nos parece ser peregrinos<br />

en el desierto, incluso entonces alienta en nuestro entorno<br />

una presencia secreta, la presencia de Dios: «Si<br />

mi padre y mi madre me abandonan, Yahveh me acogerá»,<br />

exclama el suplicante del Salmo 27,10. «¿Olvida<br />

una mujer a su niño, una madre al hijo de sus entrañas?<br />

Pues, aunque ellas lo olvidaran, yo no me<br />

olvidaría de ti» (Is 49,15). Mientras el manto oscuro de<br />

la muerte amenaza a Noé, el «recuerdo» eficaz de Dios<br />

es como una luz que alumbra las tinieblas, como un<br />

fuego que calienta el frío de la noche, como una mano<br />

que arranca de las fauces de la muerte.<br />

A este «acordarse» de Dios se asocia el «acordarse»<br />

del hombre, la respuesta fiel del creyente. El verbo expresa<br />

con aguda precisión el sentido de la fe bíblica,<br />

que se fundamenta en intervenciones de Dios en la<br />

historia, y no en vagas y abstractas tesis teológicas.<br />

«Recordar» los acontecimientos de la historia de la salvación<br />

es, por consiguiente, sinónimo de «creer»; el<br />

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