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151-25 - Biblioteca Católica Digital

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en la felicidad del hombre, todos se afanan por ajusticiarle.»<br />

Pero por encima de todo este océano de odio,<br />

de envidias, de violencias, de sangre, de falsas justicias,<br />

se extiéndela mirada de Dios, que no ignora el lamento<br />

de las víctimas. Más aún, Abel, aquel hombre de<br />

nombre frágil y de vida fugaz, se convertirá en imagen<br />

del mismo Cristo, machacado por el odio de la humanidad<br />

pero resplandeciente en la gloria de Dios.<br />

El mismo Jesús nos recuerda que no se olvidará «toda<br />

la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la<br />

sangre del justo Abel» (Mt 23,35). «Tú mismo puedes<br />

ver, observar el pesar y la aflicción, para tomarlos en<br />

tus manos» (Sal 10,14). En uno de sus relatos, el escritor<br />

judío yiddish I.B. Singer, premio Nobel de literatura<br />

en 1978, afirma: «Creo que, en algún lugar del<br />

universo, debe de haber un archivo en el que se conservan<br />

todos los sufrimientos y los actos del sacrificio<br />

del hombre. No existiría la justicia divina si la historia<br />

de un pobre mísero no adornase eternamente la infinita<br />

biblioteca de Dios.» De hecho, el Señor no permanece<br />

indiferente ante el crimen de Caín.<br />

Esto es lo que contemplaremos en nuestra siguiente<br />

reflexión, cuando sobre el cuerpo martirizado, abandonado<br />

en un camino rural, se hará presente Dios y señalará<br />

al homicida con un dedo y una pregunta<br />

inexorable: «¿Dónde está tu hermano Abel? (v. 9)-<br />

Ponemos fin ahora a nuestra primera meditación sobre<br />

la historia del primer homicidio con la llamada que,<br />

a partir de ella, ha tejido la primera carta de Juan: «Porque<br />

éste es el mensaje que oísteis desde el principio:<br />

que nos amemos los unos a los otros. No como Caín, que<br />

era del maligno y degolló a su hermano. ¿Y por qué lo<br />

degolló? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano<br />

justas» (3,11-12).<br />

122<br />

XIII<br />

«CAÍN, ¿DÓNDE ESTÁ TU HERMANO ABEL?»<br />

(Génesis 4,9-16)<br />

9 Yahveh preguntó a Caín: «¿Dónde está tu hermano<br />

Abel?» Respondió: «No sé. ¿Soy yo acaso guardián<br />

de mi hermano?» l0 Y él dijo: «¿Qué has hecho?<br />

La voz de la sangre de tu hermano clama a mí<br />

desde la tierra. "Ahora, pues, maldito seas de parte<br />

de la tierra, que ha abierto sus fauces para recibir de<br />

tu mano la sangre de tu hermano. u Cuando la trabajes<br />

no seguirá dándote su vigor; vagabundo y<br />

errante serás en la tierra.» ^Respondió Caín a Yahveh:<br />

«Demasiado grande es mi culpa para que pueda<br />

soportarla. u Tú me echas hoy de sobre la haz de la<br />

tierra, y de tu presencia habré de esconderme. Andaré<br />

fugitivo y errante por la tierra, por lo que cualquiera<br />

que me encuentre me matará.» ^Le respondió<br />

Yahveh: «No será así; pues si alguno mata a<br />

Caín, Caín será vengado siete veces.» Yahveh puso<br />

sobre Caín una señal, para que no le matara quienquiera<br />

que lo hallase. l6 Se alejó Caín de delante de<br />

Yahveh, y habitó en el país de Nod, al oriente de<br />

Edén.<br />

Son famosas las páginas que Víctor Hugo ha dedicado<br />

al ojo divino que sigue sin tregua a Caín: en<br />

123

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