151-25 - Biblioteca Católica Digital
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La fuga del hombre es, pues, un recurso patético, porque<br />
—como se dice en El Corán— «él está dondequiera<br />
estén los hombres...; dondequiera os volváis, allí<br />
está el rostro de Dios» (58,7; 2,115). Ya el antiguo suplicante<br />
Tagi de Babilonia oraba así: «Ya subamos al<br />
cielo o descendamos a los infiernos, nuestra cabeza<br />
está en tus manos.»<br />
Dios nos sigue no sólo para juzgar nuestro mal,<br />
sino sobre todo para redimirlo. De hecho, en nuestro<br />
texto no se maldice, no se aniquila al hombre, sino<br />
sólo a la serpiente. Permanece siempre encendida la<br />
llama de la salvación, incluso aunque el hombre intente<br />
apagarla o ignorarla. «Sí, Dios nos sigue paso a<br />
paso. Tal vez tú no te des cuenta. Hay veces en que<br />
es preciso decirle que se marche, como si fuera un<br />
mendigo, porque se aleja un instante, pero luego<br />
vuelve... "Vete, Señor, deja que me divierta. Me causas<br />
tedio. Déjame, Señor." Pero no se va. Está acostumbrado<br />
a los insultos.» Estas palabras de la novela<br />
Cada hombre en su noche, de Julien Green, son un<br />
sugerente testimonio sobre el Dios de la Biblia. Es un<br />
Dios que detesta el mal, pero que no sabe odiar a su<br />
criatura pecadora. Sigue al hombre, no para aniquilarlo<br />
o perseguirlo, sino para purificarlo y devolverle a sí<br />
mismo.<br />
100<br />
X<br />
«DIJO A LA MUJER... DIJO AL HOMBRE...»<br />
(Génesis 3,16-20).<br />
16 A la mujer le dijo:<br />
«.Multiplicaré I en gran manera tus sufrimientos, JI<br />
tus preñeces; I darás a luz hijos con dolor. I Hacia tu<br />
marido será tu anhelo, I pero él te dominará.»<br />
17 Y dijo al hombre: «Porque escuchaste la voz de<br />
tu mujer y comiste del árbol del que te prohibí comer<br />
diciéndote: No comas de él,<br />
Maldita será la tierra por tu causa; I con trabajo sacarás<br />
de ella el alimento I todos los días de tu vida; I<br />
^espinas y cardos te producirá, I y la hierba del campo<br />
comerás. I l9 Con el sudor de tu rostro comerás el<br />
pan, I hasta que vuelvas a la tierra I pues de ella<br />
fuiste tomado; I ya que polvo eres y al polvo volverás.<br />
»<br />
20 El hombre llamó Eva a su mujer, porque fue<br />
ella la madre de todos los vivientes.<br />
Alcanza ahora su vértice el juicio divino sobre el<br />
hombre pecador. Dios interpela directamente a lapareja,<br />
tras haber condenado a la serpiente. En realidad,<br />
las dos sentencias del Señor contra la mujer y el hombre<br />
no hacen sino sellar el resultado del pecado. El<br />
hombre, al querer sustituir el plan inscrito por Dios en<br />
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