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encontraron nada, ninguna carta. La edad permaneció en la memoria, terrorífica, la misma,<br />
diecisiete años. Al alba, el barco reemprendió la marcha. Lo más terrible fue eso. La salida<br />
del sol, el mar vacío, y la decisión de abandonar la búsqueda. La separación.<br />
Y otra vez, en el curso de ese mismo viaje, durante la travesía de ese mismo océano,<br />
también ya estrenada la noche, en el gran salón del puente principal se produjo el estallido<br />
de un vals de Chopin que conocía de un modo secreto e íntimo porque había intentado<br />
aprenderlo durante meses y nunca había logrado interpretar correctamente, nunca, lo cual<br />
fue motivo de que, enseguida, su madre consintiera en permitirle abandonar el piano. Esa<br />
noche, perdida entre noches y noches, de eso estaba segura, la chiquilla la pasó en ese barco<br />
y estuvo allí cuando se produjo el estallido de la música de Chopin bajo el cielo iluminado<br />
de brillanteces. No había un soplo de viento y, en el paquebote negro, la música se propaló<br />
por todas partes, como una exhortación del cielo de la que no se supiera de qué trataba,<br />
como una orden de Dios de la que se ignoraba el contenido. Y la joven se levantó como<br />
para ir a su vez a matarse, a arrojarse a su vez al mar y después lloró porque pensó en el<br />
hombre de Cholen y no estaba segura, de repente, de no haberle amado con un amor que le<br />
hubiera pasado inadvertido por haberse perdido en la historia como el agua en la arena y<br />
que lo reconocía sólo ahora en este instante de la música lanzada a través del mar.<br />
Como más tarde la eternidad del hermano pequeño a través de la muerte.<br />
A su alrededor la gente dormía, envuelta en la música pero sin despertarse por su causa,<br />
tranquila. La muchacha pensaba que acababa de ver la noche más calma que nunca más<br />
volvería a darse en el océano Indico. Cree que fue también en el transcurso de esa noche<br />
cuando vio llegar hasta el puente a su hermano menor con una mujer. <strong>El</strong> se había acodado<br />
en la borda, ella le había abrazado y los dos se habían besado. La muchacha se había escon-<br />
dido para ver mejor. Había reconocido a la mujer. Con el hermano menor ya no se dejaban<br />
nunca. Era una mujer casada. Se trataba de una pareja muerta. <strong>El</strong> marido parecía no darse<br />
cuenta de nada. Durante los últimos días del viaje el hermano menor y la mujer<br />
permanecían toda la jornada en el camarote, sólo salían por la noche. Durante esas mismas<br />
jornadas hubiérase dicho que el hermano menor miraba a su madre y a su hermana sin<br />
reconocerlas. La madre se había vuelto arisca, silenciosa, celosa. La pequeña lloraba. Se