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posible. Es muy dulce, afectuoso como siempre después de sus asesinatos o cuando<br />
necesita de tus servicios. Mi marido ha sido deportado. Se compadece. Se queda tres días.<br />
Lo he olvidado, cuando salgo no cierro nada. Registra. Guardo el azúcar y el arroz de mis<br />
cupones para cuando mi marido regrese. Registra y coge. Sigue registrando un armario<br />
pequeño, en mi habitación. Encuentra. Coge todos mis ahorros, cincuenta mil francos. No<br />
deja ni un solo billete. Deja el apartamento con sus hurtos. Cuando vuelva a verle no le<br />
hablaré del asunto, para él la vergüenza es tan grande que no podré hacerlo. Después del<br />
falso testamento, el falso castillo Luis XIV fue vendido por un mendrugo de pan. La venta<br />
estuvo trucada, como el testamento.<br />
Después de la muerte de mi madre está solo. No tiene amigos, nunca tuvo amigos, a veces<br />
tuvo mujeres a las que hacía "trabajar" en Montparnasse, a veces mujeres a las que no hacía<br />
trabajar, al menos al principio, a veces hombres pero que le pagaban, ellos. Vivía en una<br />
gran soledad. Eso aumentó con la vejez. Era simplemente un golfo, sus causas eran pobres.<br />
Creó el miedo a su alrededor, no más allá. Con nosotros perdió su verdadero imperio. No<br />
era un gángster, era un golfo de familia, un registrador de armarios, un asesino sin armas.<br />
No se arriesgaba. Los golfos viven como él vivía, sin solidaridad, sin grandeza, en el<br />
miedo. Tenía miedo. Después de la muerte de mi madre llevó una existencia extraña. En<br />
Tours. Sólo conoce a los camareros para los "soplos" de las carreras y a la clientela vinosa<br />
de los pockers de trastienda. Empieza a parecérseles, bebe mucho, se le han pegado los ojos<br />
inyectados, la boca torva. En Tours ya no le queda nada. Liquidadas las dos propiedades,<br />
nada. Durante un año vive en un guardamuebles alquilado por mi madre. Durante un año<br />
duerme en un sillón. Consienten en dejarle entrar. Quedarse allí un año. Y luego lo echan a<br />
la calle.<br />
Durante un año debió esperar rescatar su propiedad hipotecada. Se ha jugado los muebles<br />
de mi madre, uno a uno, los del guardamuebles, los budas de bronce, los objetos de cobre, y<br />
luego las camas y luego los armarios y luego las sábanas. Y luego un día no le queda nada,<br />
eso le ocurre, un día tiene el traje que lleva puesto, nada más, ni una sábana, ni un cubierto.<br />
Está solo. En un año nadie le ha abierto su puerta. Escribe a sus primos de París. Tendrá<br />
una habitación de servicio en Malesherbes. Y con más de cincuenta años tendrá su primer