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Voy a ver a la vigilanta de servicio, también ella es una joven mestiza que nos observa<br />
mucho a Hélène y a mí. Dice: no has ido al instituto ni has dormido aquí esta noche,<br />
tendremos que avisar a tu madre. Le digo que no he tenido más remedio pero que a partir<br />
de ahora, en lo sucesivo, intentaré regresar cada noche a dormir en el internado, que no vale<br />
la pena avisar a mi madre. La joven vigilanta me mira y me sonríe.<br />
Reincidiré. Avisarán a mi madre. Vendrá a ver a la directora del pensionado y le pedirá que<br />
por las noches me deje libre, que no controle las horas a las que regreso, que no me obligue<br />
a ir de paseo con las pensionistas los domingos. Dice: es una niña que siempre ha sido libre,<br />
sin eso se escaparía, ni yo misma, su madre, puedo hacer nada contra eso, si quiero<br />
conservarla debo dejarla libre. La directora aceptó porque soy blanca y porque, para la<br />
reputación del pensionado, necesita algunas blancas entre la masa de mestizas. Mi madre<br />
también dijo que yo estando libre trabajaba bien en el instituto y que lo que le había<br />
sucedido con sus hijos era tan terrible, tan grave, que los estudios de la pequeña eran la<br />
única esperanza que le quedaba.<br />
La directora me dejó vivir en el pensionado como en un hotel.<br />
Pronto tendré un diamante en el dedo de pedida. Entonces las vigilantas dejarán de hacerme<br />
observaciones. Sospecharán que no estoy prometida, pero el diamante es muy caro, nadie<br />
dudará de su autenticidad y nadie tendrá ya nada que decir debido al precio del diamante<br />
que le han regalado a la chiquilla.<br />
Vuelvo junto a Hélène Lagonelle. Está tendida en un banco y llora porque cree que voy a<br />
dejar el pensionado. Me siento en el banco. Estoy extenuada por la belleza del cuerpo de<br />
Hélène Lagonelle tendido contra el mío. Ese cuerpo es sublime, libre bajo el vestido, al<br />
alcance de la mano. Los senos son como jamás los he visto. Nunca los he tocado. Hélène<br />
Lagonelle es impúdica, no se da cuenta, se pasea completamente desnuda por los<br />
dormitorios. Entre las cosas más bellas creadas por Dios, está ese cuerpo de Hélène<br />
Lagonelle, incomparable, ese equilibrio entre la estatura y la manera en que el cuerpo sos-<br />
tiene los senos, fuera de él, como algo aparte. Nada más extraordinario que esa redondez<br />
exterior de los senos sostenidos, esa exterioridad dirigida hacia las manos. Incluso el cuerpo<br />
de pequeño culí de mi hermano menor se eclipsaba frente a ese esplendor. Los cuerpos