15.07.2013 Views

Duras_ Marguerite-El Amante.pdf

Duras_ Marguerite-El Amante.pdf

Duras_ Marguerite-El Amante.pdf

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

38<br />

del invierno del 42. Marie-Claude Carpenter escuchaba mucho, se informaba mucho,<br />

hablaba poco, a menudo se extrañaba de que se le escapasen tantos acontecimientos, reía.<br />

Muy deprisa al final de las comidas se excusaba por tener que marcharse tan rápidamente<br />

pero tenía que hacer, decía. Jamás decía qué. Cuando éramos muchos permanecíamos allí<br />

una o dos horas más después de su partida. Nos decía: quédense el tiempo que deseen. En<br />

su ausencia, nadie hablaba de ella. Por otra parte, creo que nadie hubiera sido capaz de<br />

hacerlo porque nadie la conocía. Nos marchábamos, regresábamos siempre con la<br />

sensación de haber atravesado una especie de pesadilla blanca, de regresar de haber pasado<br />

unas horas en casa de desconocidos, en presencia de invitados que estaban en el mismo<br />

caso, e igualmente desconocidos, de haber vivido un instante sin mañana alguno, sin<br />

motivación alguna ni humana ni de otra índole. Era como haber atravesado una tercera<br />

frontera, haber hecho un viaje en tren, haber esperado en las salas de espera de médicos, en<br />

hoteles, en aeropuertos. En verano se comía en una gran terraza que miraba al Sena y se<br />

tomaba el café en el jardín que ocupaba todo el tejado del edificio. Había una piscina. Na-<br />

die se bañaba. Contemplábamos París. Las avenidas vacías, el río, las calles. En las calles<br />

vacías, las catalpas en flor. Marie-Claude Carpenter. La observaba mucho, casi todo el<br />

tiempo, a ella le molestaba pero yo no podía evitarlo. La observaba para descubrir,<br />

descubrir quién era, Marie-Claude Carpenter. ¿Por qué estaba allí y no en otra parte, por<br />

qué era de un lugar tan lejano, de Boston, por qué era rica, por qué no se sabía<br />

absolutamente nada de ella, nadie, nada, por qué esas reuniones como forzadas, por qué,<br />

por qué en sus ojos, muy lejos dentro, al fondo de la mirada, esa partícula de muerte, por<br />

qué? Marie-Claude Carpenter. Por qué todos sus vestidos tenían un no sé qué que escapaba,<br />

que hacía que no fueran del todo suyos, que igual hubieran podido cubrir otro cuerpo.<br />

Vestidos neutros, estrictos, muy claros, blancos como el verano en mitad del invierno.<br />

Betty Fernández. <strong>El</strong> recuerdo de los hombres nunca surge con esa deslumbrante<br />

luminosidad que acompaña al de las mujeres. Betty Fernández. Extranjera también. En<br />

cuanto se pronuncia el nombre, aquí está, camina por una calle de París, es miope, ve muy<br />

poco. Frunce los ojos para acabar de reconocer, saluda con una mano liviana. Buenos días,<br />

¿todo bien? Ahora muerta desde hace mucho tiempo. Desde hace treinta años quizá.<br />

Recuerdo su gracia, ahora es demasiado tarde para olvidarla, nada alcanza aún la<br />

perfección, nada alcanzará la perfección, ni las circunstancias, ni la época, ni el frío, ni el

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!