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Duras_ Marguerite-El Amante.pdf

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honestidad, el de la ropa blanca, el de la blancura, el de nuestra madre, de la inmensidad del<br />

candor de nuestra madre. <strong>El</strong> agua desciende hasta las avenidas. Vienen las familias de los<br />

criados, las visitas de los criados también, los niños blancos de las casas vecinas. La madre<br />

está feliz con ese desorden. A veces la madre puede ser muy feliz, el tiempo del olvido, el<br />

de lavar la casa puede resultar conveniente para la dicha de la madre. La madre va al salón,<br />

se sienta al piano, toca las melodías que sabe de memoria, que aprendió en la Normal.<br />

Canta. A veces toca, ríe. Se levanta y baila sin dejar de cantar. Y cada cual piensa, y ella, la<br />

madre, también, que se puede ser feliz en esta casa desfigurada que de repente se convierte<br />

en un estanque, un campo a orillas de un río, un vado, una playa.<br />

Son los dos más pequeños, la hijita y el hermano menor, los primeros en acordarse. De<br />

repente, dejan de reír y se dirigen hacia el jardín donde cae la tarde.<br />

Recuerdo, en el instante mismo en que escribo, que nuestro hermano mayor no se hallaba<br />

en Vinhlong cuando la casa se lavaba a fondo. Estaba en casa de nuestro tutor, un cura de<br />

pueblo, en el Lot-et-Garonne.<br />

<strong>El</strong>, a veces, también reía, pero nunca tanto como nosotros. Me olvido de todo, me olvido de<br />

decir eso, que mi hermano menor y yo éramos niños reidores, reidores hasta perder el<br />

aliento, la vida.<br />

Veo la guerra bajo los mismos colores que mi infancia. Confundo el tiempo de la guerra<br />

con el reinado de mi hermano mayor. Se debe sin duda al hecho de que fue durante la<br />

guerra cuando murió mi hermano pequeño: el corazón, como ya he dicho, cedió, abandonó.<br />

Al hermano mayor, en realidad, creo no haberle visto durante la guerra. Ya no me<br />

importaba saber si estaba vivo o muerto. Veo la guerra como él era, propagarse por todas<br />

partes, penetrar por todas partes, robar, encarcelar, estar por todas partes, unida a todo,<br />

mezclada, presente en el cuerpo, en el pensamiento, en la vigilia, en el sueño, siempre,<br />

presa de la pasión embriagadora de ocupar el territorio adorable del cuerpo del niño, el<br />

cuerpo de los menos fuertes, de los pueblos vencidos, porque el mal está ahí, a las puertas,<br />

contra la piel.

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