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Duras_ Marguerite-El Amante.pdf

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Mis hermanos nunca le dirigirán la palabra. Es como si no fuera visible para ellos, como si<br />

careciera de la densidad suficiente para ser percibido, visto, oído por ellos. Eso ocurre<br />

porque está rendido a mis pies, porque se da por sentado que no le amo, que estoy con él<br />

por dinero, que no puedo amarle, que es imposible, que podría soportarlo todo de mí sin<br />

llegar a hartarse de ese amor. Eso ocurre porque es chino, porque no es blanco. La manera<br />

que mi hermano mayor tiene de callar y de ignorar la existencia de mi amante procede de<br />

una convicción tal que resulta ejemplar. Frente a ese amante todos tomamos el ejemplo de<br />

mi hermano mayor. Tampoco yo, delante de ellos, le hablo. En presencia de mi familia,<br />

nunca debo dirigirle la palabra. Salvo, sí, cuando le paso un mensaje de su parte. Por<br />

ejemplo, después de cenar, cuando mis hermanos me dicen que quieren ir a beber y a bailar<br />

a la Source, soy yo quien le dice que queremos ir a beber algo y a bailar a la Source. Al<br />

principio, hace como si no hubiera oído. Y yo, yo no debo, siguiendo el método de mi<br />

hermano mayor, no debo repetir lo que acabo de decir, reiterar mi petición, si lo hiciera<br />

cometería falta, condescendería a su súplica. Acaba por responderme. En voz baja, que<br />

pretendería ser íntima, dice que le gustaría estar solo conmigo durante un momento. Lo dice<br />

para poner punto final al suplicio. Entonces, debo seguir fingiendo que le oigo mal, como<br />

una traición más, como si así quisiera él acusar el golpe, denunciar la conducta de mi<br />

hermano mayor respecto a él, por lo tanto no debo, de ningún modo, responderle. Prosigue,<br />

me dice, se atreve: vuestra madre está cansada, mírala. En efecto, después de las fabulosas<br />

cenas de los chinos de Cholen, mi madre se cae de sueño. Tampoco respondo. Es entonces<br />

cuando oigo la voz de mi hermano mayor, pronuncia una frase muy corta, mordaz,<br />

definitiva. Mi madre decía de él: de los tres, es el que mejor habla. Pronunciada la frase, mi<br />

hermano espera. Todo se detiene; reconozco el miedo de mi amante, es el de mi hermano<br />

menor. No resiste más. Vamos a la Source. Mi madre también va a la Source, va a dormir a<br />

la Source.<br />

En presencia de mi hermano mayor, deja de ser mi amante. No deja de existir, pero no me<br />

es nada. Se convierte en un espacio quemado. Mi deseo obedece a mi hermano mayor,<br />

rechaza a mi amante. Cada vez que están juntos, y los veo, creo que nunca más podré<br />

soportar la visión. Mi amante es negado precisamente en su cuerpo débil, en esa debilidad<br />

que me transporta de placer. Ante mi hermano, se convierte en un escándalo inconfesable,<br />

un motivo de vergüenza que hay que esconder. No puedo luchar contra esas órdenes mudas

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