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Profesor, director u otro cargo por el estilo.<br />
Ghalil intervino para decir suavemente:<br />
- Estoy seguro de que recordará usted esta dirección...<br />
- Si - repuso Coghlan gravemente. Y escribió:<br />
<strong>El</strong> «<strong>artilugio</strong> » está en el 80 de la calle Hosain, seg<strong>un</strong>do piso, interior.<br />
Mannard dijo, con acento preocupado:<br />
- ¡Todo esto no tiene sentido alg<strong>un</strong>o!<br />
Y Coghlan escribió:<br />
¡Cuidado con Mannard! Va a ser asesinado.<br />
- Eso es <strong>un</strong>a exageración - observó, hablando lentamente -, pero es necesario<br />
actuar como lo hemos hecho.<br />
Estaba <strong>un</strong>tándose los dedos de tinta cuando Ghalil le dijo cortésmente:<br />
-¿Puedo ayudarle? <strong>El</strong> toque profesional...<br />
Coghlan dej6 hacer, y Ghalil le <strong>un</strong>tó cuidadosamente los cinco dedos de la mano<br />
derecha, imprimiendo las huellas digitales debajo de lo que había escrito, las de<br />
los cuatro dedos principales de la mano, arriba, la del pulgar debajo. Luego, dijo<br />
tranquilamente:<br />
- Es <strong>un</strong> caso único...: ¡imprimir <strong>un</strong>as huellas digitales que veré de nuevo cuando<br />
tenga siete siglos de antigüedad! ¿Y ahora, qué?<br />
Coghlan recogió el imán. Era mucho más brillante que los de acero por la aleación<br />
de aluminio, pero era mucho más pesado. Lo presentó ante la mancha húmeda de<br />
la pared, la cual se volvió de nuevo de <strong>un</strong> aspecto argentino, como si fuera de<br />
plata. Coghlan acercó el libro a aquella zona de la pared, precisamente en el sitio<br />
que se había formado la película argentina. La tocó. Penetró con él en la misma. Y<br />
se desvaneció. Coghlan, entonces, retiró el imán. Aquel lugar aparecía ahora<br />
como si hubiera estado seco permanentemente. Duval respiraba fatigosamente,<br />
en extertor, tendido sobre el camastro de lona.<br />
- Y ahora - dijo Ghalil, suavemente -ya no necesitamos creer más en este<br />
as<strong>un</strong>to..., ¿no les parece?<br />
- ¡Claro que no! - gruñó Mannard ¡Es <strong>un</strong> contrasentido!<br />
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