El artilugio tenia un duende.pdf

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- El conocimiento del futuro - siguió -en una época supersticiosa, es fundamental. Este acontecimiento, señor Mannard, no se ha producido para salvar su vida, sino para dirigir la historia del mundo por los siglos de la superstición y la ignorancia hasta la llegada del «hoy». ¡Y eso es suficiente mente significativo para justificar lo ocurrido! Mannard meneó la cabeza. - Dice usted - repuso - que si Tommy no hubiese escrito lo que usted me enseñó, todo esto pudo no ocurrir, porque entonces Duval no habría encontrado dicho escrito. Y si él no hubiera encontrado el escrito, los libros no habrían vuelto al pasado. Toda la historia sería diferente. Mí bisabuelo y el suyo, quizá, nunca habrían nacido y nosotros no estaríamos ahora aquí... ¡No! ¡Eso es una insensatez! Coghlan miró el libro que Laurie tenía en sus manos. Lo tomó en las suyas, y dijo: - Este libro es exactamente igual al de Duval... - Es el mismo libro - replicó Ghalil con un acento de confianza en su voz-. Y creo que se lo que va usted a hacer. - Pues yo no estoy muy seguro - repuso Coghlan-. No; no lo sé. Laurie intervino para decirle a su prometido: -¡Es preciso, Tommy! Si todo es un contrasentido, hay que demostrarlo... porque si no, resulta que tú y yo nunca nos encontramos, y tú no tendrías que hacer esa investigación... y... y... Se hizo el silencio. Coghlan miró hacia el suelo. Cogió la tosca pluma de caña y dijo, inconscientemente: -Todavía no lo creo... Pero mojó la pluma en la tinta deshelada del tintero. Laurie sostenía el libro en sus manos para que él pudiera escribir. Y Coghlan escribió: Vean a Thomas Coghlan, que vive en el 750 de la calle de Fátima, de Istambul La miró a ella y vaciló. Luego dijo: - Habla algo que me había dicho yo a mi mismo... escrito debajo de eso: fue lo que me hizo creer lo suficiente para seguir este asunto hasta el final. Escribió a continuación: 74

Profesor, director u otro cargo por el estilo. Ghalil intervino para decir suavemente: - Estoy seguro de que recordará usted esta dirección... - Si - repuso Coghlan gravemente. Y escribió: El «artilugio » está en el 80 de la calle Hosain, segundo piso, interior. Mannard dijo, con acento preocupado: - ¡Todo esto no tiene sentido alguno! Y Coghlan escribió: ¡Cuidado con Mannard! Va a ser asesinado. - Eso es una exageración - observó, hablando lentamente -, pero es necesario actuar como lo hemos hecho. Estaba untándose los dedos de tinta cuando Ghalil le dijo cortésmente: -¿Puedo ayudarle? El toque profesional... Coghlan dej6 hacer, y Ghalil le untó cuidadosamente los cinco dedos de la mano derecha, imprimiendo las huellas digitales debajo de lo que había escrito, las de los cuatro dedos principales de la mano, arriba, la del pulgar debajo. Luego, dijo tranquilamente: - Es un caso único...: ¡imprimir unas huellas digitales que veré de nuevo cuando tenga siete siglos de antigüedad! ¿Y ahora, qué? Coghlan recogió el imán. Era mucho más brillante que los de acero por la aleación de aluminio, pero era mucho más pesado. Lo presentó ante la mancha húmeda de la pared, la cual se volvió de nuevo de un aspecto argentino, como si fuera de plata. Coghlan acercó el libro a aquella zona de la pared, precisamente en el sitio que se había formado la película argentina. La tocó. Penetró con él en la misma. Y se desvaneció. Coghlan, entonces, retiró el imán. Aquel lugar aparecía ahora como si hubiera estado seco permanentemente. Duval respiraba fatigosamente, en extertor, tendido sobre el camastro de lona. - Y ahora - dijo Ghalil, suavemente -ya no necesitamos creer más en este asunto..., ¿no les parece? - ¡Claro que no! - gruñó Mannard ¡Es un contrasentido! 75

- <strong>El</strong> conocimiento del futuro - siguió -en <strong>un</strong>a época supersticiosa, es f<strong>un</strong>damental.<br />

Este acontecimiento, señor Mannard, no se ha producido para salvar su vida, sino<br />

para dirigir la historia del m<strong>un</strong>do por los siglos de la superstición y la ignorancia<br />

hasta la llegada del «hoy». ¡Y eso es suficiente mente significativo para justificar lo<br />

ocurrido!<br />

Mannard meneó la cabeza.<br />

- Dice usted - repuso - que si Tommy no hubiese escrito lo que usted me enseñó,<br />

todo esto pudo no ocurrir, porque entonces Duval no habría encontrado dicho<br />

escrito. Y si él no hubiera encontrado el escrito, los libros no habrían vuelto al<br />

pasado. Toda la historia sería diferente. Mí bisabuelo y el suyo, quizá, n<strong>un</strong>ca<br />

habrían nacido y nosotros no estaríamos ahora aquí... ¡No! ¡Eso es <strong>un</strong>a<br />

insensatez!<br />

Coghlan miró el libro que Laurie tenía en sus manos. Lo tomó en las suyas, y dijo:<br />

- Este libro es exactamente igual al de Duval...<br />

- Es el mismo libro - replicó Ghalil con <strong>un</strong> acento de confianza en su voz-. Y creo<br />

que se lo que va usted a hacer.<br />

- Pues yo no estoy muy seguro - repuso Coghlan-. No; no lo sé.<br />

Laurie intervino para decirle a su prometido:<br />

-¡Es preciso, Tommy! Si todo es <strong>un</strong> contrasentido, hay que demostrarlo... porque si<br />

no, resulta que tú y yo n<strong>un</strong>ca nos encontramos, y tú no tendrías que hacer esa<br />

investigación... y... y...<br />

Se hizo el silencio. Coghlan miró hacia el suelo. Cogió la tosca pluma de caña y<br />

dijo, inconscientemente:<br />

-Todavía no lo creo...<br />

Pero mojó la pluma en la tinta deshelada del tintero. Laurie sostenía el libro en sus<br />

manos para que él pudiera escribir. Y Coghlan escribió:<br />

Vean a Thomas Coghlan, que vive en el 750 de la calle de Fátima, de Istambul<br />

La miró a ella y vaciló. Luego dijo:<br />

- Habla algo que me había dicho yo a mi mismo... escrito debajo de eso: fue lo que<br />

me hizo creer lo suficiente para seguir este as<strong>un</strong>to hasta el final.<br />

Escribió a continuación:<br />

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