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Mannard gruñó:<br />
- ¿Qué es lo que ocurre en esa casa adonde vamos? ¿Qué clase de cambios se<br />
han producido en ella? -Luego añadió, suspicaz -: ¿No habrá algo oculto en todo<br />
ello?...<br />
- Eso me temo - respondió Ghalil.<br />
Había otro coche estacionado en la callejuela. Probablemente, la policía que<br />
custodiaba la casa se había ocupado ya de traer al doctor, que debería hallarse<br />
todavía en el edificio.<br />
Subieron al seg<strong>un</strong>do piso. Habla tres Policías acompañando a <strong>un</strong> grave y<br />
mostachudo ciudadano que tenía todo el aspecto de <strong>un</strong> médico en cualquier país<br />
de Europa... y a<strong>un</strong> de Asia. Duval ocupaba <strong>un</strong> catre de lona, proporcionado<br />
evidentemente por la policía que ocupaba ahora el edificio. Dormía pesadamente.<br />
Su rostro estaba contraído. Su cuello había sido roto por la fuerza en la parte<br />
correspondiente a la garganta, como en el paroxismo de <strong>un</strong> ataque de locura. Sus<br />
manos estaban vendadas. <strong>El</strong> médico le explicó, al fin, a Ghalil, en turco. Ghalil,<br />
luego, dirigió alg<strong>un</strong>as preg<strong>un</strong>tas a los policías. Ahora había <strong>un</strong>a linterna eléctrica<br />
portátil en el suelo, que alumbraba la habitación aceptablemente.<br />
Los ojos de Coghlan recorrieron la estancia. ¿Cambios? No veía cambio alg<strong>un</strong>o,<br />
excepto el catre... ¡No!; también había libros, en el suelo, al lado de Duval. Ghalil<br />
había dicho que se trataba de narraciones históricas en las cuales Duval trataba<br />
de encontrar alg<strong>un</strong>a referencia a aquel misterioso edificio. Y de todos aquellos<br />
libros apenas si quedaba... media docena, quizás...<br />
<strong>El</strong> resto, por lo menos tres o cuatro veces más, se había desvanecido.<br />
Pero, en su lugar, habla otras cosas.<br />
Coghlan estaba mirándolas cuando Ghalil explicó:<br />
- La policía le oyó hacer sonidos extraños. Entraron en el cuarto y lo encontraron<br />
agitadísimo y en estado de semiinconsciencia, diciendo palabras incoherentes.<br />
Sus manos estaban heladas. Por lo visto, había colocado el imán de alnico contra<br />
esa apariencia argentina que se formaba a su proximidad en el hueco de la pared<br />
y metió en él alg<strong>un</strong>os libros, gritando entretanto hacia la pared. Los libros que<br />
había introducido en el hueco de la pared, se desvanecieron. Duval no hablaba<br />
turco, pero <strong>un</strong>o de los policías cree que cuando gritaba hacia la pared lo hacía en<br />
griego. Lo sujetaron entre todos y llamaron al médico. Estaba tan agitado que el<br />
doctor le puso <strong>un</strong>a inyección para calmarlo.<br />
Coghlan exclamó:<br />
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