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- Ni yo tampoco tengo intención de prever semejante suceso - agregó el teniente<br />
Ghalil -. Pero no hay más remedio que tomar las precauciones oport<strong>un</strong>as en este<br />
caso...<br />
ApolonIo se dejó caer sentado bruscamente, como si sus piernas ya no pudiesen<br />
sostenerle más. Su repentino movimiento atrajo todas las miradas.<br />
-¿Le ha ocurrido algo? -preg<strong>un</strong>tó Ghalii.<br />
Apolonio se estremeció.<br />
-- Creo... creo que debo hablarles... hizo <strong>un</strong>a pausa para humedecerse los labios -<br />
de mi entrevista de hoy con... el señor Coghlan... en su domicilio. Yo... yo... le<br />
acusé de mixtificación. Si... admitió que había <strong>un</strong>a conspiración. Y... me ofreció<br />
admitirme para tomar parte... en ella. ¡Por eso quiero acusar ahora al señor<br />
Coghlan... de intentar asesinar al señor Mannard!<br />
Las luces se apagaron y el departamento se sumió en tinieblas.<br />
De repente, se escuchó el ruido inequívoco del choque de <strong>un</strong> cuerno contra otro.<br />
Luego, jadeos entrecortados en la oscuridad. Muchos hombres luchaban entre sí.<br />
Se oyó caer <strong>un</strong> cuerpo al suelo. Y Laurie gritó.<br />
Entonces, se escuchó la voz de Ghalil, como si la falta de aliento le impidiese<br />
hablar:<br />
- ¡Está usted estrangulándome, señor Coghlan! ¡Lo tengo... cogido! Si podemos<br />
retenerlo... hasta que vuelva la luz... ¡Es muy fuerte...!<br />
La lucha siguió, en el suelo, en la oscuridad del cuarto...<br />
VII<br />
Se oyó el frenético chirrido que producía <strong>un</strong>a llave maestra al pretender abrir la<br />
cerradura de la puerta del departamento. Al fin, se abrió la puerta, y los haces<br />
luminosos de varias lámparas de mano se entrecruzaron en el hueco de la<br />
entrada. Varios hombres se precipitaron en el interior de la estancia, mientras sus<br />
luces se concentraban sobre los cuernos caídos en el suelo. Mannard, en pie,<br />
protegía a Laurie, dispuesto a luchar contra todo y contra todos.<br />
Los hombres portadores de lámparas de mano pasaron ante ellos sin detenerse y<br />
se precipitaron sobre los cuerpos que luchaban todavía en el suelo.<br />
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