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Y aquella escritura decía:<br />
« Vean a Thomas Coglilan, que vive en el 750 de la calle de Fátima, de Istambul.<br />
Profesor, director u otro cargo por el estilo.<br />
<strong>El</strong> <strong>artilugio</strong> está en el 80 de la calle Hosain, seg<strong>un</strong>do piso, interior.<br />
¡Cuidado con Mannard! Va a ser asesinado».<br />
Debajo, sus huellas digitales bien visibles. Coghlan se quedó perplejo,<br />
contemplando aquella misteriosa página. Luego, buscó su vaso y se bebió el<br />
contenido de <strong>un</strong> trago. La situación parecía exigir algo semejante.<br />
Se produjo, al mismo tiempo, <strong>un</strong> silencio en la estancia, interrumpido apenas por<br />
los ruidos sordos que llegaban del exterior. Eran ruidos de voces, y de alg<strong>un</strong>a<br />
parte llegaba también <strong>un</strong> sonsonete nasal emitido por <strong>un</strong>a radio que los turcos<br />
consideran como <strong>un</strong>a música. Un alboroto inidentificable, producido por los taxis<br />
desalquilados, por la entonación peculiar del vocerío de las gentes y esos otros<br />
ruidos callejeros que se entremezclan <strong>un</strong>os a otros, formando esa barahúnda<br />
típica de Istambul que le hace inconf<strong>un</strong>dible con cualquier otro lugar de la Tierra.<br />
Eran los ruidos de la gran ciudad a la caída de la noche.<br />
Duval había cesado en sus nerviosos paros por la habitación y estaba ahora<br />
tranquilo. Ghalil miraba a Coglilan y permanecía silencioso. Y Cohglan<br />
contemplaba pensativo la hoja de viejo pergamino.<br />
Trataba de explicar lo inexplicable, y no le quedaba otra solución que rendirse a la<br />
fuerza de la realidad, a<strong>un</strong>que ésta resultase tan irreal como fantástica. Su nombre<br />
y su dirección actual estaban allí, escritas en aquella página, y sus huellas<br />
dactilares no ofrecían tampoco lugar a duda. En cuanto a lo que estaba escrito, la<br />
línea que se refería a Mannard, el padre de Laurie, indicaba claramente que aquél<br />
corría <strong>un</strong> indudable peligro, a<strong>un</strong>que su significado era muy vago. La línea que<br />
hacía referencia a la otra dirección, el número 80 de la calle Hosain, y a <strong>un</strong><br />
«<strong>artilugio</strong>» carecía por completo de significado real. Pero la línea acerca de<br />
«profésor, director u otro cargo por el estilo» le había afectado seriamente.<br />
Era lo que se decía Coghlan a si mismo siempre que pensaba en Laurie. Si no era<br />
más que <strong>un</strong> simple instructor de Física. Y, como tal, no seria discreto pedirle a<br />
Lauríe que se casase con él. Con el tiempo, Podría llegar a profesor. Pero, ni a<strong>un</strong><br />
entonces seria atinado pensar que la hija de <strong>un</strong> multimillonario se aviniese a ser su<br />
esposa. Más adelante, hasta podría llegar a ser director del colegio, a<strong>un</strong>que las<br />
probabilidades que tenía de alcanzar ese grado óptimo de su carrera eran tan<br />
problemáticas que podía considerarse como algo casual, inopinado. Sin embargo,<br />
podía ocurrir. Y luego..., ¿qué? Conservaría ese elevado cargo hasta que <strong>un</strong><br />
claustro de profesores decidiese que cualquier otro sería mejor para ocupar su<br />
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