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El artilugio tenia un duende.pdf

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cuchilleros que emplean actualmente ese procedimiento, sumergen la hoja de<br />

acero calentada al blanco candente en agua salada, conteniendo raspaduras de<br />

cuero en maceración. Técnicamente, puede decirse que este método es<br />

exactamente el mismo que el de introducir la espada al blanco candente en el<br />

cuerpo de <strong>un</strong> esclavo... y siempre resulta más económico. Pero a los antiguos no<br />

se les ocurrió eso de utilizar las raspaduras de cuero en maceración en agua<br />

salada: les daba sorprendentes resultados el método ya anticuado del temple<br />

mágico, por cuyo nombre ellos lo conocían.<br />

Se retiró <strong>un</strong> poco hacia atrás y sacudió alg<strong>un</strong>as briznas de yeso que habían<br />

quedado adheridas a sus dedos.<br />

- Esto es todo lo que podemos hacer sin utilizar otros aparatos. Ahora...<br />

Cogió en sus manos el imán de alnico y lo movió sobre el espacio descubierto,<br />

haciéndole recorrer toda su superficie. Entonces, apareció, en la parte más<br />

próxima al imán de la mancha húmeda, <strong>un</strong>a superficie argentina de forma oblonga,<br />

la cual seguía al imán en sus movimientos a través de la mancha de la pared,<br />

convertida en <strong>un</strong>a extensa oquedad por virtud de las operaciones realizadas por la<br />

herramienta de Coghlan. Pero al llegar al borde la misma, aquella mancha<br />

argentina desaparecía inopinadamente como si jamás hubiese existido... o se<br />

hacía invisible para los ojos humanos.<br />

- Puede conjeturarse - dijo Coghlan pensativamente - que ése es el «<strong>duende</strong>», si<br />

desean ustedes llamarle así, que los antiguos pensaron que era <strong>un</strong> espejo<br />

mágico... que permitía ver el futuro. ¿No es eso, Duval?<br />

Duval respondió, pesando mucho las palabras:<br />

- Es cierto que todos los alquimistas de la Edad Media, según dejaron escrito ellos<br />

mismos, trabajaron denodadamente para obtener esos espejos mágicos de que<br />

usted habla.<br />

- Quizá fuese éste el que iníciase la leyenda... - repuso Coghlan.<br />

- La pila de la lámpara se está agotando...<br />

- indicó Ghalil desde su oscuro rincón.<br />

- Necesitamos más luz y mejores aparatos - manifestó Coghlan -. No creo que<br />

podamos hacer nada más hasta mañana.<br />

Su ademán era categórico, pero interiormente se sentía extrañamente confuso. Le<br />

picaba el dedo pulgar, quizá porque la pequeña herida se había irritado con el<br />

polvo de yeso que había quedado adherido a sus dedos después de sus<br />

manipulaciones en la misteriosa pared, y también por la suciedad que pudiera<br />

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