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Después de <strong>un</strong> prolongado silencio, habló Mannard, dirigiéndose a Coghlan, para<br />
decirle, todavía escéptico:<br />
- Estabas diciendo que esa pared tiene <strong>un</strong>a especie de «<strong>duende</strong>» que mantiene<br />
vivo ese «<strong>artilugio</strong>» desde hace siete siglos...<br />
-Cuando no habla «<strong>artilugio</strong>s»<br />
- ap<strong>un</strong>tó Ghalil desde <strong>un</strong> oscuro rincón.<br />
- No había ciencia - corrigió Coghlan, muy afanado en su trabajo de la pared<br />
Los resultados que obtenían nuestros antepasados - alg<strong>un</strong>as veces,<br />
sorprendentes -eran mera casualidad y los conseguían sólo por azar. Luego,<br />
repetían las experiencias que habían precedido a aquel resultado in esperado, y<br />
n<strong>un</strong>ca sabían, ni se preocupaban de saber, cuál de ellas era la que había dado<br />
lugar a aquel resultado que ellos buscaban. <strong>El</strong> temple de las espadas, por<br />
ejemplo.<br />
Duval intervino:<br />
- <strong>El</strong> Imperio bizantino importaba sus más finas espadas...<br />
- Sí - concedió Coghlan -; en efecto. Su religión no les permitía emplear el mejor<br />
procedimiento conocido entonces para conseguir el temple del acero.<br />
- ¿La religión? - protestó Mannard<br />
¿Qué es lo que tenían que hacer para templar las espadas?<br />
- Magia - respondió Cogliran -. <strong>El</strong> mejor temple se conseguía calentando <strong>un</strong>a<br />
espada al blanco candente e introduciéndola en el cuerpo de <strong>un</strong> esclavo o de <strong>un</strong><br />
prisionero de guerra. Probablemente, se descubrió cuando alguien quiso poner en<br />
práctica <strong>un</strong>a venganza particularmente caprichosa y sádica. Pero la cosa tuvo<br />
éxito...<br />
- ¡Tonterías! - murmuró Mannard.<br />
- Alg<strong>un</strong>os cuchilleros emplean actualmente <strong>un</strong> método semejante - repuso<br />
Coghlan, absorto en la tarea de extraer <strong>un</strong> último trozo de yeso -. Es <strong>un</strong>a<br />
combinación de sal y nitrógeno, muy conveniente para el temple. La sangre<br />
humana es salina; y el acero se templa mejor en agua salada que en agua dulce.<br />
Los antiguos descubrieron que la sangre humana proporcionaba <strong>un</strong> temple<br />
excepcional. No creyeron que se tratase de algo científico y probaron con agua<br />
salada. Pero el acero adquiere <strong>un</strong>a superficie mucho más dura si el temple se<br />
produce en presencia de <strong>un</strong> producto nitrogenado... como la carne humana. Los<br />
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