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Al llegar al seg<strong>un</strong>do piso de la casa el piso de la mancha misteriosa-, Ghalil se<br />
hallaba hurgando concienzudamente en el yeso de las otras paredes. No habla<br />
tocado para nada a la primera pared, que seguía como Coghlan la había dejado.<br />
Pero, en las otras, había asimismo alg<strong>un</strong>os sitios de los que Ghalil había<br />
desprendido también pequeñas partículas de enlucido, y en cada <strong>un</strong>o de los<br />
huecos, formados por el desprendimiento del yeso, se velan coloridos diferentes.<br />
La cosa parecía irse aclarando para Ghalil, a cuyo juicio la pared original debía de<br />
haber estado profusamente decorada con colores al encausto o, más<br />
probablemente todavía, con colores a la cera depositados sobre la pared y<br />
f<strong>un</strong>didos sobre el yeso. Ghalil había descubierto ya <strong>un</strong> gran trozo de lo que<br />
debería de haber sido <strong>un</strong> mural de gran valor artístico y parecían ser su tema<br />
principal las ninfas y los sátiros. Duval examinaba agitadamente cada nueva<br />
porción de la escena que se ponía al descubierto. Pero Ghalil interrumpió su<br />
trabajo cuando Coghlan y sus acompañantes llegaron al cuarto.<br />
- ¡Ah, señor Mannard! - dijo, cordialmente, al verlos entrar -. ¡Estamos realizando<br />
descubrimientos arqueológicos!<br />
Mannard le miró encolerizado.<br />
- ¡He estado tratando de encontrarle a usted para decirle que han intentado<br />
asesinarme esta mañana! En la comisaría me dijeron que también habían estado<br />
tratando de encontrarle a usted. Por lo visto, todos mis as<strong>un</strong>tos están en sus<br />
manos...<br />
Ghalil miró de reojo a Coghlan.<br />
- Sus as<strong>un</strong>tos han estado en mi mente hasta ahora..., ¿no le explicó el señor<br />
Coghlan las medidas que tomé con respecto a usted?<br />
- No - dijo Coghlan, secamente -, no se lo dije... Voy a ponerme a trabajar en ese<br />
as<strong>un</strong>to de la refrigeración. Dígaselo usted...<br />
Se dirigió hacia la pared en que había estado hurgando antes de ir a recoger el<br />
material científico y Laurie fue con él. Detrás de ellos, la voz de Ghalil comenzó a<br />
hablan Coghlan abrió el maletín y empezó a sacar aparatos para preparar el<br />
puente de inducción. De repente, Mannard dijo, indignado:<br />
- ¿Qué? ¿Que fue usted el que disparó contra la taza que tenía en la mano?<br />
Laurie retrocedió extrañada.<br />
- Vete a escuchar - ordenó Coghlan-; yo voy a trabajar aquí...<br />
Laurie obedeció, mientras Coghlan se enfrascaba en el trabajo con su equipo<br />
científico. Descubrió en seguida que no había rastro alg<strong>un</strong>o metálico detrás de la<br />
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