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El artilugio tenia un duende.pdf

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-Me gustaría ver... -dijo, curioso.<br />

- Si no es nada... - repuso Coghlan. Para él como si hubiese dicho que dos y dos<br />

son cuatro, o que dos cosas iguales a <strong>un</strong>a tercera son iguales entre sí, o que...<br />

Apretó los dos bordes de la herida firmemente para que hicieran contacto, cerró el<br />

puño sobre el dedo e introdujo la mano en el bolsillo.<br />

-Este as<strong>un</strong>to de la pared -dijo, despreocupadamente (demasiado<br />

despreocupadamente) - me ha puesto nervioso no sé por qué. Voy a irme a casa y<br />

trataré de recopilar material suficiente para efectuar alg<strong>un</strong>as pruebas...<br />

Ghalil le indicó solicito:<br />

- Fuera hay <strong>un</strong> coche de la policía. Le diré al conductor que le lleve y que le vuelva<br />

a traer.<br />

-¡Gracias! -repuso Coghlan.<br />

Volvió a su terna: dos y dos son cuatro, sin excepción. Cinco y cinco son diez.<br />

Seis y seis son doce... No hay nada como <strong>un</strong>as huellas digitales en las que<br />

aparece <strong>un</strong>a cicatriz que no existe, y luego se hace esa cicatriz...<br />

Bajaron las escaleras j<strong>un</strong>tos. Ghalil dio instrucciones al conductor. De vez en<br />

cuando miraba pensativamente a la cara de Coghlan. Éste subió al coche. Y el<br />

coche se puso en marcha en dirección a su casa.<br />

Transcurrieron más de diez minutos mientras el coche corría por las tortuosas<br />

callejuelas del barrio de Galata, sorteando obstáculos y metiéndose por alg<strong>un</strong>as<br />

que servían solamente para el tránsito de borriquillos. Al conductor sólo le<br />

preocupaba la dirección de su coche. Coghlan iba abstraído, pensativo. Dos y<br />

dos...<br />

Sacó la mano del bolsillo y contempló cuidadosamente la herida que se había<br />

hecho con la navaja. Aquella herida era, probablemente, la más notable de la<br />

historia humana. Era muy superficial y de carácter esencialmente leve - de eso no<br />

había la menor duda -; pero - y de eso tampoco tenía la menor duda Coghlan -<br />

dejaría <strong>un</strong>a cicatriz exactamente igual a la que aparecía en las huellas dactilares<br />

de la hoja de pergamino cuyo examen químico y espectroscopio decía que tenía<br />

setecientos años de antigüedad...<br />

Volvió a guardar su mano herida en el bolsillo y, sin darse cuenta, dijo en voz alta:<br />

- ¡No puedo creerlo! ¡No puedo creerlo!<br />

V<br />

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