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El artilugio tenia un duende.pdf

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pero, a cuanto fuese posible, se pondrían en contacto con él para ponerle al<br />

corriente del atentado...<br />

En resumen, que en aquel as<strong>un</strong>to, inconcluso, se perdió más de <strong>un</strong>a hora.<br />

Mannard iba encolerizado y no hizo más que jurar amenazar a todo el m<strong>un</strong>do,<br />

dentro del taxi, en el viaje de vuelta al hotel.<br />

- ¡Ghalil está metido de lleno en este as<strong>un</strong>to y no podemos mover <strong>un</strong> dedo sin<br />

encontrarnos con él! -dijo, con <strong>un</strong> ceño amenazador -. Podía estar cumpliendo<br />

ordenes o en cualquier otra parte...<br />

- Yo sé que tiene órdenes - dijo Coghlan brevemente-. Y creo que sé dónde<br />

daré con él. ¡Vaya si daré con él! se detuvo ante el hotel Petra. Mannard y Laurie<br />

salieron. Coghlan se quedó en él, mientras Laurie le decía, mimosa:<br />

- ¡Ten cuidado, Tommy, por favor!<br />

Arrancó de nuevo el coche, mezclándose o el tráfico de la gran ciudad, y se dirigió<br />

número 80 de la calle Hosain con la desocupación propia de todos los taxis de<br />

Istambul por las reglas de la circulación hasta por la seguridad de vehículos y<br />

viandantes.<br />

La casa que ocupaba el número 80 de era todavía menos apetecible a la luz del<br />

día de lo que había parecido de noche. La calle era estrecha e increíblemente<br />

tortuosa. ataba pavimentada con guijarros desiguales y desigualmente<br />

desgastados que presentaban <strong>un</strong> pron<strong>un</strong>ciando desnivel hacia el centro o eje de la<br />

callejuela, con la vana esperanza de que la lluvia arrastrase por el canal así<br />

formado los desperdicios que se arrojaban en ella con insistente perseverancia. A<br />

causa de la tortuosidad de la calle, era imposible ver más de quince metros hacía<br />

delante. Cuando al fin apareció el edificio que buscaban, había ante él <strong>un</strong> coche<br />

de la policía y <strong>un</strong> agente <strong>un</strong>iformado montaba la guardia en la puerta de la casa.<br />

La expresiva limpieza del agente contrastaba fuertemente con la suciedad y<br />

abandono de la casa y sus alrededores..., pero, a pesar de ello, aquel lugar podía<br />

haber pertenecido a <strong>un</strong>o de los barrios más aristocráticos del Imperio bizantino.<br />

Coglilan fue admitido en la casa sin impedimento alg<strong>un</strong>o. Se había realizado ya<br />

<strong>un</strong>a gran limpieza, bajo las órdenes de Ghalil, y el olor era mucho menos<br />

nauseab<strong>un</strong>do que la primera vez que había estado allí. Subió las escaleras y<br />

penetró en el piso que mencionaba el mensaje que él podía o no haber escrito.<br />

Duval se hallaba sentado en <strong>un</strong>a silla de tijera en <strong>un</strong> rincón, más macilento y<br />

trasnochado que n<strong>un</strong>ca. A su lado, en el suelo, había <strong>un</strong> montón de libros, y <strong>un</strong>o<br />

de ellos lo tenía abierto en la mano. Ghalil fumaba reflexivamente apoyado en la<br />

repisa de la ventana. La pared de piedra negra del vecino edificio se veía a través<br />

de ella a poco menos de dos metros de distancia. Por las ventanas sólo penetraba<br />

<strong>un</strong>a luz muy vaga y difusa, como crepuscular. Ghalil levantó la vista y pareció<br />

complacido al ver que entraba Coghlan.<br />

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