El artilugio tenia un duende.pdf

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totalmente inútil. Entonces, Laurie llegó corriendo adonde estaban Coghlan y sus hombres. -¡Tommy! ¡Es inútil! ¡Se ha ido! ¡Lo que tenemos que hacer es regresar a Istambul y decírselo a la policía! Pero Coghlan, encolerizado, se negaba a obedecerle, pensando si el que había fallado al disparar sobre Mannard acertarla al hacerlo sobre Laurie. Hizo señas a los marineros para que rodearan a la muchacha, con objeto de protegerla, y así la condujeron de nuevo hasta el yate, formando un estrecho círculo a su alrededor El yate, que ya les esperaba preparado, largó amarras y se hizo a la mar con una prisa inusitada, Mannard estaba sentado en cubierta, todavía iracundo, con los ojos inyectados en sangre por la cólera, y se dirigió a Coghlan en estos términos: - ¡No comprendo lo que te propones al protegerme ahora, cuando ya pasó el peligro! - admitió con un humor de todos los diablos -. ¡Eso antes! Todo esto, por lo visto, era lo que tratabas de explicarme anoche... - Luego, dijo con una irritación cada vez más explosiva -: ¡Diantre, o quieren matarme sin pedirme antes dinero, o lo mismo ¡es da si me matan o no! Coghlan asintió. - Yo creo que tratan de asustarle, sin preocuparse de si le matan o no - dijo fríamente-. De este modo, si le matan, habrá muchas más razones para que pague Laurie si algo ocurriese... O... pueden también tratar de asustarle a usted, sin intentar matarle, para que sea usted el que pague si luego amenazan a Laurie... - ¿Cómo es eso? - preguntó Mannard airadamente. - No sé verdaderamente lo que se proponen - repuso Coghlan -. ¡Parece cosa de locos! Pero, aunque la amenaza parece ir directamente contra usted, quizá corra Laurie todavía mayor peligro. Mannard asintió. - Sí, creo que tienes razón..., y conviene estar vigilantes... ¡Gracias! El yate surcaba las aguas de vuelta a Istambul. El sol brillaba radiante y se reflejaba en la estrecha mar azul. Las altas montañas que se elevaban a uno y otro lado parecían rielar con el calor sofocante. Pero la atmósfera del yate estaba muy lejos de ser pacifica. Los marineros parecían poner gran interés bajo una máscara de discreción, la mayoría de ellos atendiendo lo mejor que podían a los huéspedes turcos, que formaban un grupo y hablaban con gran excitación. 36

Laurie apoyó su brazo en el de Coghlan. - Nada hay tan hermoso como el valor, Tommy, y yo sé apreciar el tuyo; pero otra cosa muy diferente es la temeridad. Tú estás exponiéndote por nosotros, Tommy. Has expuesto tu vida cuando penetraste en la jungla al frente de los marineros para buscar al que había disparado contra mi padre..., y yo no quisiera que te matasen a ti... - Podría ser que todo lo que se propusiesen fuese amedrentaros a ti o a tu padre, sin preocuparse de si os matan o no, con objeto de que cualquiera de los dos - sea quien fuere - pague lo que le pidan sin rechistar... - ¿Pero cómo...? ¿Qué podrían hacer? -Pues... ¡secuestrándote, por ejemplo! - repuso Coghlan, fuera de sí-. ¡Por eso, te lo suplico!.., ten mucho cuidado, ¿oyes? No vayas a ninguna parte si te llaman por teléfono, por medio de una nota o... como sea. Se puso a pasear impacientemente, arriba y abajo, por la cubierta del yate hasta que éste atracó de nuevo. Entonces, se produjo una gran confusión a bordo. Mannard intentaba sostener inmediatamente una conferencia con la policía para denunciarle el intento de asesinato de que acababa de ser objeto. Coghlan y Laurie, en vista de su insistencia, decidieron acompañarle a la comisaría de policía en un coche de alquiler. Al llegar a ella, se originó una tremenda rtisi6n, porque Mannard no conseguía cede creer al comisario que hacia setecientos años se habla escrito un mensaje, S cual se decía que él iba a ser asesinado, que el disparo que estuvo a punto de hablar con él estaba estrechamente reíanado con dicho mensaje. Verdaderamente, que se trataba de un cuento tan inverosímil' que a duras penas podía creerse, aunque se tratase del propio protagonista. Relató cachazudamente y con toda prolijidad los hechos que caracterizaban el acontecimiento, sin omitir detalle alguno. Y luego respondió a las preguntas del comisario. No, que él supiese no tenía enemigos. No, él no había recibido mensaje alguno en el que se le amenazase de muerte o se dijese algo que él pudiese considerar como una amenaza. Tampoco podía adivinar quien podía estar detrás de aquel acto contra su vida... La policía se comportó cortésmente, mostrándose profundamente respetuosa con Mannard y sus acompañantes, asegurán1e que todo lo que acababan de declarar seria puesto inmediatamente en conocimiento del teniente Ghalil. Se le había encomendado un asunto que el propio señor Mannard acababa de mencionar, 37

totalmente inútil. Entonces, Laurie llegó corriendo adonde estaban Coghlan y sus<br />

hombres.<br />

-¡Tommy! ¡Es inútil! ¡Se ha ido! ¡Lo que tenemos que hacer es regresar a Istambul<br />

y decírselo a la policía!<br />

Pero Coghlan, encolerizado, se negaba a obedecerle, pensando si el que había<br />

fallado al disparar sobre Mannard acertarla al hacerlo sobre Laurie. Hizo señas a<br />

los marineros para que rodearan a la muchacha, con objeto de protegerla, y así la<br />

condujeron de nuevo hasta el yate, formando <strong>un</strong> estrecho círculo a su alrededor<br />

<strong>El</strong> yate, que ya les esperaba preparado, largó amarras y se hizo a la mar con <strong>un</strong>a<br />

prisa inusitada, Mannard estaba sentado en cubierta, todavía irac<strong>un</strong>do, con los<br />

ojos inyectados en sangre por la cólera, y se dirigió a Coghlan en estos términos:<br />

- ¡No comprendo lo que te propones al protegerme ahora, cuando ya pasó el<br />

peligro! - admitió con <strong>un</strong> humor de todos los diablos -. ¡Eso antes! Todo esto, por<br />

lo visto, era lo que tratabas de explicarme anoche... - Luego, dijo con <strong>un</strong>a irritación<br />

cada vez más explosiva -: ¡Diantre, o quieren matarme sin pedirme antes dinero, o<br />

lo mismo ¡es da si me matan o no!<br />

Coghlan asintió.<br />

- Yo creo que tratan de asustarle, sin preocuparse de si le matan o no - dijo<br />

fríamente-. De este modo, si le matan, habrá muchas más razones para que<br />

pague Laurie si algo ocurriese... O... pueden también tratar de asustarle a usted,<br />

sin intentar matarle, para que sea usted el que pague si luego amenazan a<br />

Laurie...<br />

- ¿Cómo es eso? - preg<strong>un</strong>tó Mannard airadamente.<br />

- No sé verdaderamente lo que se proponen - repuso Coghlan -. ¡Parece cosa de<br />

locos! Pero, a<strong>un</strong>que la amenaza parece ir directamente contra usted, quizá corra<br />

Laurie todavía mayor peligro.<br />

Mannard asintió.<br />

- Sí, creo que tienes razón..., y conviene estar vigilantes... ¡Gracias!<br />

<strong>El</strong> yate surcaba las aguas de vuelta a Istambul. <strong>El</strong> sol brillaba radiante y se<br />

reflejaba en la estrecha mar azul. Las altas montañas que se elevaban a <strong>un</strong>o y<br />

otro lado parecían rielar con el calor sofocante. Pero la atmósfera del yate estaba<br />

muy lejos de ser pacifica. Los marineros parecían poner gran interés bajo <strong>un</strong>a<br />

máscara de discreción, la mayoría de ellos atendiendo lo mejor que podían a los<br />

huéspedes turcos, que formaban <strong>un</strong> grupo y hablaban con gran excitación.<br />

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