Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Laurie pareció aliviar cuando Coghlan apareció en el muelle, y agitó la mano sobre<br />
su cabeza en señal de cariñosa bienvenida cuando aquél subió a bordo.<br />
- ¡Hay noticias, Tommy! ¡Tu amigo Duval me telefoneó esta mañana muy<br />
temprano!<br />
- ¿Y qué te dijo?<br />
- Su voz sonaba histérica y apologética - explicó Laurie - porque había estado<br />
tratando de alcanzar a papá y no lo había conseguido. Dijo que no podía darme<br />
detalles sobre su fuente de información, pero que estaba completamente seguro<br />
de que tú intentarías asesinar a mi padre. Casi le dio <strong>un</strong> desmayo cuando le dije<br />
suavemente y con toda cortesía: « ¡ Muchas gracias, Duval! Pero... ¡ya nos lo dijo<br />
él mismo anoche!». - Hizo <strong>un</strong> gracioso mohín y añadió -: ¡Yo creo que no era ésa<br />
la reacción que él esperaba!<br />
- Tratándose de <strong>un</strong> hombre honrado - murmuró Coghlan -, eso es exactamente lo<br />
que debe hacer: advertir a tu padre de que tratan de asesinarlo... Pero él no podía<br />
decir por qué pensaba que se iba a cometer <strong>un</strong> asesinato..., porque era increíble.<br />
Puede ser que, efectivamente, se trate de <strong>un</strong> hombre honrado. Pero no puedo<br />
asegurarlo.<br />
Apolonio el Grande avanzaba contoneándose por el muelle, vestido con <strong>un</strong><br />
atuendo impecable de elegante hombre de mar. Saludó desde lejos alzando el<br />
brazo y agitando su mano gordinflona, mientras <strong>un</strong> rayo de sol era reflejado por su<br />
reloj de pulsera. Un mendigo se precipitó a su paso y se plañó ante él llevando en<br />
su mano <strong>un</strong>a gorra muy vieja. <strong>El</strong> pordiosero hacia ante el griego zalemas y<br />
reverencias exageradas, exhalando ayes lastimeros para excitar su compasión. Y<br />
Apolonio el Grande se detuvo, miró al interior de la gorra con evidente<br />
estupefacción, y señaló con el dedo. Entonces, miró también el mendicante<br />
adonde le indicaba el voluminoso griego, en el interior de su asquerosa gorra, dio<br />
<strong>un</strong> alarido y huyó corriendo a toda la velocidad que le permitían sus piernas,<br />
'agarrándola fuertemente. Apolonio siguió adelante, con su andar contoneante,<br />
riéndose con gran agitación de su broma.<br />
-¿Han visto? - dijo al llegar a la cubierta del yate -. ¡No puedo resistir la tentación<br />
de gastar estas bromas! Sí había puesto su gorra implorante ante sí, y yo miré<br />
hacia su interior fingiendo sorpresa... Cuando él miró, había en ella ¡<strong>un</strong> puñado de<br />
joyas! Eran todas baratijas y piedras falsas... pero agregué <strong>un</strong>a moneda de plata<br />
para que, cuando descubriese que todo aquello no valía nada, le sirviese de<br />
consuelo.<br />
Avanzó su cuerpo contoneaste para saludar a Mannard. Alrededor del yate se<br />
agitaba el pandemonio que acompaña siempre, en el cercano Oriente, a todo<br />
acontecimiento público. Había hombres por todas partes. A<strong>un</strong>que el yate iba a<br />
partir para el crucero con <strong>un</strong>a dotación muy superior a la que parecía necesaria,<br />
había por lo menos <strong>un</strong>a docena de hombres a bordo, cuando sólo tres marineros<br />
29