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El artilugio tenia un duende.pdf

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- Pero... vaya y examine ese aparato refrigerador de la antigüedad, ¡por favor!<br />

Después de todo, es mencionado indudablemente en <strong>un</strong> memorándum escrito con<br />

su propia letra ¡hace la friolera de setecientos años! Pero..., señor Coghlan, ¡tenga<br />

muchísimo cuidado!<br />

- ¿Con qué?<br />

- ¡Con el señor Mannard! - la expresión de Ghalil era extraña, indescifrable-. No<br />

creo en las cosas del pasado más que usted, pero, como filósofo y como policía,<br />

tengo que enfrentarme muy frecuentemente con casos y hechos que parecen<br />

inverosímiles, con posibilidades, incluso, de insensatez... Hay dos cosas que me<br />

preocupan, y espero que usted me ayude a solventarías.<br />

- Una de ellas es, por supuesto, el asesinato del señor Mannard. Pero ¿cuál es la<br />

otra?<br />

- Pues..., a<strong>un</strong>que le parezca extraño, me disgustaría muchísimo que se cortase el<br />

dedo pulgar - repuso Ghalil -. Porque entonces sería explicable <strong>un</strong> asesinato.<br />

Coghlan fr<strong>un</strong>ció el ceño.<br />

- Descuide usted que procuraré que no me ocurra nada semejante... ¡No lo creo<br />

probable!<br />

-Bien..., pero, por favor, vaya cuanto antes a Hosain, número 80, en cuanto usted<br />

pueda... Estoy haciendo examinar microscópicamente todo el piso... y estoy<br />

procediendo a su limpieza. Además, he establecido <strong>un</strong>a vigilancia permanente<br />

para evitar toda preparación de <strong>un</strong> truco de ilusionismo.<br />

Saludó con la mano en señal de despedido y salió.<br />

Una hora más tarde, Coghlan se re<strong>un</strong>ía con los Mannard, que le esperaban para<br />

realizar la excursión, con objeto de inspeccionar el lugar que habían propuesto<br />

para construir <strong>un</strong>a residencia infantil a la orilla del mar. Un pequeño yate,<br />

impresionante por la pureza de sus líneas y por el derroche de lujo de todos y<br />

cada <strong>un</strong>o de sus detalles, esperaba fondeado, amarrado al muelle, en el puerto del<br />

Cuerno de Oro. Había en el puerto <strong>un</strong>a gran confusión de lenguas, de razas, que<br />

producían <strong>un</strong>a verdadera algarabía. Y fondeadas en las tranquilas aguas de la<br />

rada o atracadas al muelle, toda clase de embarcaciones, desde los buques de<br />

carga italianos hasta los lujosos buques de recreo, pasando por las sucias<br />

barcazas remolcables, los faluchos con vela latina, las bateas y los pequeños<br />

botes de remos de dos o tres pasajeros... Todos los tipos de embarcaciones<br />

concebibles, desde las más pequeñas hasta las de mayor tonelaje, se movían en<br />

aquel puerto o estaban fondeadas o atracadas en él. <strong>El</strong> yate había sido prestado,<br />

en <strong>un</strong> gesto magnifico, por su propietario, en correspondencia al magnánimo<br />

donativo de Mannard para los niños pobres turcos.<br />

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