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Coghlan se encogió de hombros. Los cuatro - Mannard, Laurie, Apolonio el<br />
Grande y él, Coghlan - habían penetrado, efectivamente, en el barrio de Galata,<br />
metidos en el coche alquilado por el millonario, y habían llegado hasta el número<br />
80 de la calle Hosain. Era <strong>un</strong>a edificación increíblemente antigua e<br />
insospechadamente sucia y arruinada, vacía de toda vida, y situada en <strong>un</strong>a<br />
callejuela apartada, solitaria, estrecha y silenciosa. Cuando el coche llegó hasta<br />
ella, alg<strong>un</strong>os curiosos vagaban por sus alrededores observando los movimientos<br />
de la policía estacionada en el exterior de la misteriosa casa. <strong>El</strong> mismo Ghalil se<br />
acercó a preg<strong>un</strong>tarles a los ocupantes del coche qué era lo que les había llevado<br />
hasta allí. Luego, toda la partida penetró en el desierto edificio, en el que<br />
retumbaban siniestramente los ecos de las pisadas, y subió hasta el seg<strong>un</strong>do piso,<br />
interior, que se hallaba desocupado, como el resto del edificio.<br />
Coghlan podía recordar perfectamente ahora el aspecto y hasta el olor de aquella<br />
casa y particularmente los de aquel piso misterioso. La casa llevaba desocupada<br />
mucho tiempo, y era tan antigua, que las losas de piedra de la planta baja se<br />
hablan desgastado hacía tanto tiempo que habían tenido que ser remplazadas por<br />
tablones de madera que se habían desgastado también. Los escalones de piedra<br />
de la escalera que conducía al seg<strong>un</strong>do piso tenían <strong>un</strong>a prof<strong>un</strong>da oquedal en su<br />
centro, formada por las pisadas de muchas generaciones. Habla en toda ella <strong>un</strong><br />
olor especial a viejo, a antiguo, a vacío, a moho, a inm<strong>un</strong>dicia. Y muestras<br />
evidentes de abandono, de <strong>un</strong> abandono que duraba más de <strong>un</strong> milenio. Había<br />
por doquier telarañas, suciedad de toda índole y señales inequívocas de<br />
degeneración y envilecimiento. Y, sin embargo, los dinteles de las puertas eran de<br />
piedra labrada y databan de la época en que los obreros trabajaban como <strong>un</strong><br />
artesano y realizaban la obra de <strong>un</strong> artista.<br />
<strong>El</strong> piso interior de la seg<strong>un</strong>da planta, que era el que daba a la parte posterior de la<br />
casa, estaba vacío de todo menos de la mugre del tiempo. Había caído casi todo<br />
el yeso que en otro tiempo había cubierto las paredes, dejando al descubierto el<br />
enlucido de épocas anteriores, con rastros de color, como si las paredes hubiesen<br />
estado pintadas con figuras que n<strong>un</strong>ca más Podrían descubrirse. Y había <strong>un</strong> lugar,<br />
en la pared occidental, en el que el yeso estaba todavía húmedo. Era <strong>un</strong> cuadrado<br />
de <strong>un</strong>os cuarenta y cinco centímetros de lado, situado a <strong>un</strong> metro,<br />
aproximadamente, del suelo, que rezumaba humedad.<br />
Mientras Ghalil miraba interesadamente a Coghlan, éste fr<strong>un</strong>ció el ceño.<br />
- En aquel piso no habla nada. Estaba vacío. No había «artefacto» alg<strong>un</strong>o como<br />
decía el libro de Duval...<br />
Ghalil dijo suavemente:<br />
- <strong>El</strong> libro era del siglo XIII. ¿Esperaba usted encontrar algo en ese piso después de<br />
tanto tiempo, después de tantos saqueos, después del paso de veinte<br />
generaciones?<br />
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