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Hizo <strong>un</strong> guiño a los dos que le seguían y prosiguió su marcha tri<strong>un</strong>fal hacia el<br />
coche que les esperaba ante la puerta del hotel.<br />
<strong>El</strong> interior del coche estaba oscuro. Lauríe se sentó al lado de Coghlan. Éste se<br />
daba cuenta de su proximidad, pero se sentía inquieto a medida que el automóvil<br />
avanzaba hacia su destino. Su propia escritura sobre la hoja de perganúno del<br />
viejo libro advertía desde tiempos remotos: «¡Cuidado con Mannard! Va a ser<br />
asesinado ». Y Mannard acababa de estar a p<strong>un</strong>to de sufrir <strong>un</strong> grave accidente...<br />
Coghlan comprendió, desconcertado, que algo muy significativo acababa de<br />
ocurrir y él debería haberlo previsto.<br />
Pero, se convenció a si mismo de que todo aquello no podía ser más que <strong>un</strong>a<br />
coincidencia.<br />
III<br />
A la mañana siguiente, Coghlan sólo tomó café de desay<strong>un</strong>o, y se sentía tan<br />
deprimido, como le ocurría siempre, en aquellos días, después de haber pasado la<br />
velada con Laurie. <strong>El</strong> motivo era, por supuesto, que él quería casarse con ella y no<br />
veía la posibilidad de realizarlo.<br />
Se bebió el café y se quedó, triste y pensativo, mirando hacia el patio que había<br />
bajo sus ventanas. Hallábase su departamento en <strong>un</strong>a de las viejas casas del<br />
barrio de Galata, modernizada para adaptarla a los nuevos tiempos. Aquel patio<br />
había sido, probablemente, el jardín de <strong>un</strong> harén; pero en la actualidad estaba<br />
enlosado con piedras y rodeado de pequeños arbustos recortados, y los ruidos de<br />
la gran ciudad llegaban hasta él amortiguados.<br />
Se oyeron fuertes pisadas en el patio y apareció el teniente Ghalil de la policía<br />
turca. Luego, desapareció. Y, <strong>un</strong> momento más tarde, sonó el timbre de la puerta<br />
del departamento de Coghlan. De mal humor, dijo que entrara: estaba abierto.<br />
Ghalil hizo <strong>un</strong>a mueca mientras decía:<br />
-¡Buenos días!<br />
- ¿Qué, más misterio? - preg<strong>un</strong>tó Coghlan, suspicaz.<br />
-- Una parte de él creo que ha sido aclarada dijo Ghalil -. Me parece que mis ideas<br />
no están ya tan enmarañadas como antes.<br />
- Estoy tomando café - gruñó Coghlan-. ¿Quiere usted acompañarme? -<br />
Sin esperar respuesta, cogió otra taza y la llenó del liquido aromático. Le pareció<br />
que Ghalil le miraba con <strong>un</strong> nuevo sentimiento de amistad.<br />
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