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la meseta superior y la parte donde aquéllas iniciaban la curva, pron<strong>un</strong>ciando <strong>un</strong><br />
juramento. Un momento antes, estaba arriba.<br />
Se encendieron las luces. Mannard volvió a subir las escaleras jurando<br />
furiosamente. Miraba a su alrededor respirando fatigosamente. Era el revés de la<br />
medalla del elegante millonario que todos conocían. Parecía testarudo, atlético,<br />
enfurecido, dispuesto a pelear con quien fuera.<br />
- ¡Mi querido amigo! - exclamó Apolonio -. ¿Qué es lo que ha ocurrido?<br />
- ¡Que alguien trató de tirarme por las escaleras! - gruñó Mannard con furia-. Me<br />
echaron la zancadilla y me empujaron... ¡Si no llego a agarrarme a la barandilla,<br />
me rompo la cabeza!<br />
Seguía mirando en derredor. Pero a su alrededor sólo se veían los tres amigos y<br />
su hija. Mannard recorrió todos los pasillos del hotel tratando de descubrir quién<br />
había sido. Estaba encolerizado. Pero no encontró a nadie que pudiera haberlo<br />
hecho.<br />
- ¡Bueno!... ¡Tal vez haya dado <strong>un</strong> traspiés o resbalado - dijo, en el colmo de la<br />
irritación -, pero n<strong>un</strong>ca me ha ocurrido cosa semejante! ¡Maldita sea! ¡Y menos<br />
mal que no me he hecho daño!<br />
Volvió a bajar las escaleras, enfurruñado. Laurie comentó:<br />
- Es extraño, ¿verdad?<br />
- Sí; muy extraño - repuso Coghlan -. Si recuerdas, yo dije que me habían dicho<br />
que lo asesinaría yo.<br />
- ¡Pero si estabas a mi lado...!<br />
- No tan cerca como para no poder haberlo hecho - replicó el aludido -. Desearla<br />
que no hubiese ocurrido jamás...<br />
Llegaron a la planta baja del hotel, Mannard todavía encolerizado. Apolonio<br />
andaba con <strong>un</strong> contoneo especial, cimbreándose garbosamente. Al verlo, Coghlan<br />
no pudo por menos de evocar al Agha Khan. Había en todo su aspecto <strong>un</strong> aire<br />
especial, como si brotaran de su ser efluvios de bienaventuranza. Y, sin embargo,<br />
su rostro estaba inexpresivo, mientras que su talante era solemne, majestuoso.<br />
Debía haber estado pensando en aquella profecía, porque, al llegar al vestíbulo,<br />
dijo <strong>un</strong>tuosamente:<br />
- Usted habló algo acerca de <strong>un</strong>a profecía en la cual se afirmaba que iba a<br />
asesinar a Mannard, ¿no es verdad, Coghlan? ¡Tenga cuidado, amigo, tenga<br />
cuidado!<br />
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